Población y sociedad
Uno de los procesos más interesantes que se desarrollaron durante la Colonia fue el mestizaje. Desde la llegada de los españoles, las relaciones establecidas entre conquistadores e indígenas tejerían una intrincada trama social. Hasta las más altas autoridades, tanto políticas como eclesiásticas, consentían la unión entre españoles e indígenas, dada la desproporción entre los sexos existente en el grupo blanco. Casi todas las expediciones hispanas estaban conformadas solo por hombres, por lo que las jóvenes indias eran codiciadas entre las huestes. Transformada en una práctica casi habitual, la unión terminaría por engendrar una gran cantidad de niños que difícilmente conocerían a sus padres, pero que constituirían los pilares de la población chilena.
Los mestizos se transformaron, entonces, en la raza más numerosa que circundaba por los nacientes centros urbanos, así como también serían el reemplazo natural de la mano de obra que se necesitaba en aquella época, ante la disminución considerable de la población indígena (muerta o replegada tras la línea de guerra).
Rígidas jerarquías
Sin lugar a dudas, la sociedad colonial era estratificada. Resultaba fácil identificar los niveles en los que esta se dividía, ya que cada uno de ellos poseía rasgos característicos. Es así como en la parte alta de la escala social se encontraba la aristocracia, conformada por españoles y criollos (hijos de españoles nacidos en Chile). Su principal fuente de poder residía en el control de la tierra (eran dueños de enormes haciendas) y en las relaciones que mantenían con la corona española. Poseían, además, encomiendas.
En el estrato del medio se encontraban los españoles pobres, que arribaron a nuestro país después de la Conquista, y los mestizos. Los primeros poseían menos privilegios por carecer de la gloria alcanzada tras la aventura, pero, sin lugar a dudas, poseían conocimientos que los distinguían de un simple sirviente. Si bien los segundos actuaban como subordinados, ellos desarrollaban tareas de artesanía fina, comercio y servicios, entre otras.
Los indígenas, mulatos y zambos integraban el nivel más bajo. Por su condición y origen, eran menospreciados, marginados y obligados a realizar los trabajos más forzosos y sacrificados. Los mulatos eran hijos de blancos y negros; los zambos eran hijos de negros y aborígenes. Todos estos grupos eran marginados y humillados por la clase más acomodada.
Las órdenes religiosas
La Iglesia Católica adoptó un rol central durante los primeros años de organización del territorio, involucrándose en asuntos no solo eclesiásticos, sino, también, económicos y políticos. Protagonistas del proceso evangelizador, a los pocos años de la Conquista se fueron estableciendo diferentes órdenes religiosas, entre las que estaban los dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios y jesuitas. La primera en llegar fue la de los franciscanos, en 1553, con un contingente de cinco sacerdotes
Una de sus principales misiones fue persuadir a los indígenas para que siguieran la doctrina católica; sin embargo, algunos sacerdotes se olvidaron de su verdadero objetivo y adoptaron una cantidad de aborígenes bajo el sistema de encomiendas para enriquecerse.
También, durante los primeros años de la Colonia, las órdenes religiosas estaban a cargo de la educación de los habitantes del territorio.
¿Sabías que?
Al finalizar el siglo XVII la población chilena alcanzaba a 152.000 habitantes, distribuidos en 110.000 blancos (españoles y mestizos), 20.000 indios (reducidos o en servicio), 7.000 indios pacíficos de Chiloé y 15.000 negros, mulatos y zambos.