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Listos para afrontar la etapa final del conflicto, el plan de los revolucionarios era caer sobre Valparaíso, atacando a las tropas que allí se encontraban e interrumpir las vías férreas para impedir la concentración balmacedista.

La Batalla de Concón (21 de agosto)

Finalmente, los partidarios del Congreso desembarcaron en Quintero y desde allí marcharon durante la noche hasta llegar a la ribera norte del río Aconcagua el 21 de agosto. Entretanto, las fuerzas balmacedistas, compuestas por 7.000 hombres de las divisiones de Valparaíso y Santiago, ocupaban los lomajes dominantes de Concón. Las mandaba José Miguel Alcérreca, quien, siguiendo las instrucciones de Balmaceda, no estaba dispuesto a presentar combate mientras no llegaran nuevas fuerzas desde Valparaíso, de la capital y de Concepción.

Sin embargo, los revolucionarios, sin conocimiento exacto de sus adversarios, resolvieron atravesar el río y lanzarse al ataque inmediatamente. Momentos antes había asumido el mando de las fuerzas balmacedistas el general Orozimbo Barbosa, quien tuvo que aceptar la batalla, porque una retirada se hubiera convertido en un desastre.

El ataque congresista tomaba de sorpresa a los gobiernistas, que no habían formado su línea de combate; por ello tuvieron que resistir en las posiciones en que se hallaban. Después de varias horas de reñida lucha, las fuerzas constitucionalistas comenzaron a envolver a las balmacedistas, provocando la fuga y el desbande de los vencidos, quienes huyeron a los cerros de Quilpué, abandonando hasta la artillería.

En el campo de batalla quedaron 2.600 hombres entre muertos y heridos, alrededor de 1.700 de ellos balmacedistas. Los 2.000 prisioneros no tardaron en incorporarse a las tropas de Del Canto, para batirse más tarde en Placilla, contra sus antiguos compañeros de armas.

A los constitucionales les había favorecido su superioridad numérica (casi 3.000 combatientes más), contar con fusiles de repetición y la formación dispersa de sus embestidas. Pero el factor moral fue fundamental, ese ardor fanático acompañado de la decisión de triunfar o morir en el intento, espíritu que no existía en la mayor parte de las tropas balmacedistas.

Batalla de Placilla (28 de agosto)

La derrota produjo la más profunda depresión en el ejército gobiernista, a la que se le denominó en esa época «conconismo». Sobre Santiago se cernía la amenaza de los saqueos y de los desórdenes populares.

Las tropas congresistas estaban conformadas ahora por 11.000 hombres, sumados los prisioneros que se habían incorporado a sus filas, más algunas fuerzas de caballería.

Los generales Barbosa y Alcérreca, que habían discutido fuertemente acerca de las intenciones del enemigo, abandonaron las alturas de Viña del Mar y se trasladaron a la meseta de Placilla, con un total aproximado de 9.200 soldados.

La batalla de Placilla fue tan breve como decisiva. Dos cortas horas de combate bastaron a los generales Barbosa y Alcérreca para comprender que sus fuerzas se hallaban vencidas. Algunos batallones, después de luchar fieramente, terminaban por unirse amistosamente a sus ex enemigos. Otros se fugaron.

Los generales balmacedistas fueron perseguidos y ultimados en unas modestas viviendas de los alrededores. En el estrecho campo de batalla quedaron, entre muertos y heridos, más de 5.000 hombres, cuyos dos tercios pertenecían al ejército balmacedista.


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