Nació en Santiago, el 15 de marzo de 1825. Era hijo de Francisco Antonio Pinto, quien fue presidente de la República entre 1827 y 1829, y Luisa Garmendia Aldunate, de familia argentina. Sus primeros años de enseñanza los pasó en el Colegio Argentino en Santiago y luego en el Instituto Nacional.
En 1845, viajó a Europa a cumplir misiones diplomáticas, retornando en 1851 a Chile. Un año después, formó parte de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y fue elegido diputado por Ovalle.
Fue intendente de Concepción entre 1862 y 1871, cargo que tuvo que dejar al ser nombrado ministro de Guerra y Marina por Federico Errázuriz Zañartu. Fue electo presidente de la República (1876-1881) y cuando terminó su mandato debió trabajar, por una modesta suma de dinero, en el diario El Ferrocarril, traduciendo artículos extranjeros. Falleció el 9 de junio de 1884.
Un país en quiebra
Ya durante su primer año de gobierno, Aníbal Pinto tuvo que hacer frente a los vaivenes económicos que afectaban al país. La depresión mundial derivó en la disminución inmediata del precio de las exportaciones (principalmente de la plata y el cobre), lo que sumado a un mal año agrícola y a la constante alza del costo de la vida, desestabilizaron las arcas fiscales. Se hizo necesario entonces para conseguir más recursos crear nuevos impuestos y restringir el gasto público. El último ítem incluía rebajar el sueldo de los empleados públicos, suprimir los batallones cívicos y decretar el desarme parcial de la Escuadra nacional, entre otras medidas.
A pesar de los esfuerzos gubernamentales, la crisis generó falta de circulante. El dinero comenzó a escasear y llegó un momento en que los bancos no pudieron convertir sus papeles en monedas, por lo que se dictó una ley de inconvertibilidad de los billetes de banco, en el año 1878.
El gobierno dictó una ley de inconvertibilidad de los billetes de banco por el periodo de un año (1878), para detener la contracción del circulante monetario. Además, incrementó los impuestos y disminuyó los gastos en Defensa.
Paradójicamente, fue la Guerra del Pacífico la que activó la economía nacional, al tener que producir suministros para el Ejército en campaña. Asimismo, con la incorporación de Tarapacá y Antofagasta al territorio chileno (1879), el Estado obtuvo abundantes ingresos.
Los orígenes del conflicto de 1879
En 1874, Chile firmó un tratado con Bolivia, por el cual se fijó el límite entre ambas naciones en el paralelo 24. Además, el país altiplánico se comprometió a no aumentar, durante 25 años, las contribuciones a las empresas con capitales chilenos en su territorio.
Sin embargo, en 1878, el presidente de Bolivia, el general Hilarión Daza, autorizó un impuesto a las exportaciones del salitre, el cual fue rechazado por una de las empresas afectadas. Ante ello, el gobierno boliviano ordenó el remate de sus propiedades.
Con el fin de impedirlo, el gobierno de Chile comisionó al coronel Emilio Sotomayor para que sus fuerzas ocuparan indefinidamente Antofagasta, el 14 de febrero de 1879. Bolivia le declaró la Guerra a Chile, el 1 de marzo, y Perú la apoyó en virtud de un tratado secreto firmado entre ellos en 1873. Nuestro país declaró la guerra a ambas naciones el 5 de abril de 1879.
Estado docente y tabaco
En 1879, el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, promovió una ley educacional que le otorgaba al Consejo de la Universidad de Chile la calidad de Superintendencia de la enseñanza que pagaba el Estado.
Amunátegui también fue clave para que las mujeres pudieran ser profesionales universitarias, firmando un decreto en 1877, por el cual podían estudiar y dar exámenes en la Universidad de Chile. Esto permitió que, años más tarde, Eloísa Díaz y Ernestina Pérez se recibieran de médicos cirujanos, siendo las primeras de Chile e Hispanoamérica.
En otro ámbito, se suprimió el estanco del tabaco y se estableció la incompatibilidad de los cargos judiciales con los parlamentarios y administrativos.
Dificultades internas
Supuestamente, la guerra contra Perú y Bolivia significaría la unidad de objetivos entre el mundo político y las decisiones del gobierno y del Ejército. Sin embargo, hubo roces y problemas entre el ministro de Guerra, el representante de Aníbal Pinto en la campaña y las autoridades militares, sobre la dirección de las acciones bélicas. Asimismo, dentro de los propios políticos hubo reclamos y disputas acerca de las determinaciones civiles de la guerra.
En otro frente, este conflicto armado fue aprovechado por los caciques mapuche cuando se produjo el retiro de las tropas apostadas en la Araucanía para ser trasladadas al norte. Los indígenas intentaron, entonces, recuperar sus tierras. Este movimiento fue dominado a la fuerza por el coronel Gregorio Urrutia.
Reclutas especiales
Cuando Chile ocupó militarmente Antofagasta, sus empeños se dirigieron a incrementar sus fuerzas armadas, para lo cual se movilizaron los cuerpos de policía y de bomberos, que tenían instrucción militar. Los llamados a la población encontraron rápida acogida en la juventud, pero los más adultos se mostraron reticentes a enrolarse.
Debido a la urgencia de la situación, el gobierno decidió aplicar medidas radicales. En Talca, por ejemplo, fueron reclutados vagos y pendencieros que pululaban por los bares.
Los límites con Argentina
Aníbal Pinto también debió enfrentar problemas limítrofes con Argentina, país que quería ocupar la Patagonia, sobre la cual Chile alegaba tener derechos. Los movimientos de las tropas y la Escuadra argentina hacia esta región fueron espiados por nuestro país. Sin embargo, negociaciones diplomáticas evitaron una confrontación armada.
El Tratado Fierro-Sarratea, de 1878, estableció que Chile cedía sus derechos sobre la Patagonia y sirvió de base para el Tratado de Límites con Argentina, suscrito el 23 de julio 1881, por el que Chile entregaba esta región, pero se reconocía su soberanía sobre el Estrecho de Magallanes, la parte occidental de Tierra del Fuego y las islas al sur del Canal Beagle. Este acuerdo fue ratificado con posterioridad por el presidente Domingo Santa María.