Habitualmente, cuando nos insertamos en un acto comunicativo, nos damos cuenta que debemos adaptar nuestra forma de hablar a las circunstancias en que nos encontramos. Así, al hablar por teléfono con un amigo, usamos un lenguaje cotidiano, relajado y lleno de muletillas. Pero si debemos hablar con un adulto, nuestro lenguaje se vuelve más estructurado y dejamos las muletillas de lado.
Asímismo, no es lo mismo escribir una carta a un amigo contándole tus vacaciones, que escribir una carta al diario.
Entonces, cada hablante maneja su forma de expresarse dependiendo de la situación comunicativa: qué quiere decir, a quién se dirige, para qué y con qué fin.
Estos distintos factores (relación entre los hablantes, el lugar, el tema de que se habla, el canal utilizado, factor sociocultural, etc.) hacen que se genere un registro o niveles de habla estructurado de diferentes manera.
Por ejemplo, según la situación hay dos niveles de habla formal (lenguaje utilizado en situaciones formales, que requieren protocolo en su forma) e informal (lenguaje utilizado en situaciones informales, directamente relacionado con la familia y amigos).
Mientras que según el nivel sociocultural, el lenguaje puede ser culto (se caracterizan por la riqueza y variedad de vocabulario) o inculto (se caracterizan por tener un escaso e impreciso vocabulario que se reemplaza por gestos y muletillas).