Constituyen las tres cuartas partes de los seres vivos, incluidas las plantas y el hombre y son, en definitiva, quienes heredarán la Tierra si el hombre desaparece, debido a su gran adaptabilidad a diversos ambientes y circunstancias.
Estas diminutas criaturas son las más sorprendentes del Reino Animal. Se adaptan a todo y viven en todas partes: en el agua dulce, en la tierra, bajo ella y en el aire. Son tan pequeñas que pueden introducirse en los lugares más insólitos y mantenerse vivas con muy poco alimento.
La principal diferencia que tienen con los mamíferos, peces, aves y reptiles es que son invertebrados; es decir, no poseen espina dorsal o columna vertebral. De hecho, tienen un esqueleto externo, o exoesqueleto, que los protege, y sus extremidades o patas son articuladas. Se distinguen del común de los artrópodos porque poseen solo seis patas, y muchos de ellos tienen alas para facilitar la dispersión y conquista de nuevos territorios para, entre otras cosas, obtener alimento.
La alimentación
Con el tiempo, los insectos han desarrollado varias regiones en la boca (armadura bucal) para adaptarse a la dieta que le corresponde. Sus antepasados poseían tres pares de quijadas (mandíbulas). Actualmente, el primer par perdura bien desarrollado en todas las especies masticadoras; el segundo par de mandíbulas -las maxilas– es más pequeño y se encarga de ayudar a ingerir o chupar el alimento dentro de la boca; el tercer par está formado por dos piezas soldadas que constituyen el llamado labio.
Los órganos de los sentidos más importantes para los insectos son las antenas, los ojos y la vellosidad del cuerpo. Las antenas las utilizan para determinar la forma, textura y olor de los objetos.
Para muchos insectos, el ambiente que los rodea no debe ser más que un conjunto de olores, sabores, vibraciones y sonidos que los humanos no podemos captar. Las vibraciones son percibidas por los insectos mediante oídos, generalmente dispuestos en las patas, abdomen y antenas.
El cerebro
El cerebro de los insectos es un conjunto de células nerviosas que se encargan de integrar la conducta de estos animales. A pesar del tamaño reducido de estos seres vivos, su comportamiento puede ser bastante complejo, lo que se observa, por ejemplo, cuando un insecto hace un hoyo en la arena para que otro caiga en él; en ese momento le echa encima más arena y así lo captura.
Anatomía del insecto
Los insectos se encuentran en casi todas partes y son, en definitiva, quienes heredarán la tierra, ya que son capaces de adaptarse a todo tipo de terrenos, climas y formas de vida. Todos ellos tienen su cuerpo dividido en tres partes: cabeza, tórax y abdomen; pero existen otros componentes muy importantes para el desarrollo global de su existencia.
Por su parte, el tórax se divide en tres porciones: anterior o protórax; media o mesotórax, y parte posterior final o metatórax, en cada una de las cuales van insertas dos patas, sumando seis en total. Por esto los insectos se denominan hexápodos (del griego hexa = seis; podos = patas). Al presentar alas, estas se ubican en el meso y metatórax. El abdomen, por su parte, puede llegar a dividirse en 11 porciones o segmentos, y es en los últimos donde se encuentran los órganos relacionados con la reproducción.
Hasta antes de ser adulto, un insecto crece, pero para ello debe eliminar y rehacer varias veces su exoesqueleto, formado en gran parte por una sustancia que le da resistencia, llamada quitina. Esta sustancia determina en gran medida los cambios o mudas durante la etapa juvenil. El esqueleto externo recubre todo el cuerpo del insecto, incluidas sus patas, ojos, antenas y tubo respiratorio o tráquea.
El cuerpo de la mayoría de los insectos mide entre 2 y 40 milímetros, aunque hay algunos que alcanzan un largo de casi 30 centímetros.
Veamos cuáles son las principales partes de las que se forman los insectos:
– El abdomen de un insecto contiene el aparato digestivo, el corazón y los órganos sexuales. Al igual que el resto de su cuerpo, está protegido por el exoesqueleto, que unido a una capa delgada de cera llamada cutícula permite la movilidad del insecto.
– En la cabeza se encuentran las piezas bucales e importantes órganos sensoriales, como los ojos compuestos y los palpos, que ayudan a reconocer gustos y olores.
– Los insectos poseen tres pares de patas articuladas que utilizan para andar, correr o saltar. Cada pata tiene cuatro partes principales: la coxa, el fémur, la tibia, y el tarso.
Las patas de los insectos tienen diferentes funciones, por ejemplo, las abejas tienen en sus patas traseras, unos pequeños saquitos donde almacenan el polen que van recolectando; los saltamontes pueden emitir sonidos con ellas, al frotarlas contra sus cuerpos; los grillos pueden presentar estructuras semejantes a oídos, etc.
Muchos insectos tienen patas para agarrar fuertemente, denominadas raptoras, como, por ejemplo: la mantis, que con ellas sujeta a la presa mientras se la va devorando. También pueden utilizarse en el apareamiento, para abrazar al individuo del sexo opuesto.
– Las antenas varían de forma y de tamaño; sin embargo, cualquiera sean sus características, estas poseen elementos sensoriales capaces de detectar movimientos del aire, vibraciones y olores.
– Los ojos suelen ser de dos tipos: ojos simples y ojos compuestos. Los ojos simples se llaman ocelos. Son tres y se encuentran en el ángulo superior de la cabeza. Los otros, en cambio, son dos y se ubican a ambos lados de la cabeza del insecto. Aunque parezca increíble, algunos ojos compuestos pueden llegar a tener 30 mil unidades de visión, cada una de las cuales posee una córnea, un cristalino, retina, etc., lo mismo que posee el ojo humano.
Es por esta misma razón que los insectos son dueños de una visión privilegiada, ya que en un mismo instante son capaces de ver hacia el lado, el frente, atrás, arriba o abajo.
Pero es también diferente a la del ojo humano, puesto que las imágenes que forman tienen una constitución semejante a la de un mosaico. En cuanto a la visión de colores, son capaces de ver el ultravioleta, cosa que el hombre no puede hacer.
– Existen insectos cuyas alas, al estar en reposo, les ayudan a esconderse, camuflándose con el medio donde viven. Otros poseen alas con hermosos diseños, con forma de grandes ojos de lechuza, que sólo muestran cuando se ven atacados, escondiéndolos cuando se tranquilizan.
Los primeros seres vivos que volaron en la Tierra fueron los insectos. Básicamente, utilizaban el vuelo para trasladarse, siendo más fácil escapar del enemigo y más rápido conseguir el alimento. Más tarde, las alas también llegaron a tener relación con la conquista de una pareja, ya que al poseer llamativos colores ayudan a atraer a la pareja más difícil. La mayor parte de la energía para agitar las alas proviene de grandes músculos horizontales y verticales ubicados en el tórax. Al contraerse alternadamente, las superficies superiores e inferiores del tórax se acercan y luego se alejan, provocando un movimiento hacia arriba y abajo de las alas. Para determinar el rumbo del vuelo utilizan unos pequeños músculos ubicados en la base de cada ala, que rectifican el ángulo del aleteo.