Los pliegos o literatura de cordel eran unos cuadernillos de pocas hojas. Su extensión variaba según la obra. En su origen fueron un pliego: hoja doblada dos veces para formar ocho páginas. Posteriormente llegaron a tener hasta treinta y dos páginas o más. Eran hojas de bajo precio, sin encuadernar, fácta y popular, que le arrebatará en buena parte su destacado lugar entre el público popularmente transportables, destinadas al consumo rápido y posterior destrucción. Se trataba de una literatura fugaz, comparable sólo al periódico de hoy. Podían adquirirse en las esquinas de las ciudades y en los pequeños pueblos. La presencia de toscos grabados facilitaba la comprensión, por lo que solían ser utilizados como texto de lectura para niños. Existía la figura de un ciego, transmisor oral o recitador, no necesariamente ciego, que hacía de mediador entre la obra y el público. Poco a poco, esta figura fue sustituida por la del simple vendedor callejero o buhonero. Con lentitud, ya a finales del siglo XIX, los pliegos de cordel desaparecieron por diversas causas: la evolución de la sociedad y, sobre todo, la aparición de la prensa barata.
Los romances de ciegos
Desde el siglo XVII hasta bien entrado el XIX, los pliegos de cordel fueron vehículo de transmisión de romances vulgares, realizados por autores iletrados que contaban las más diversas historias acompañadas de grabados. La necesidad de rebajar el costo de la edición -ya que se vendían a muy bajo precio-, hizo que se copiaran textos anteriores y que un mismo grabado sirviera una y otra vez para diferentes historias. Sus temas centrales procedían de la tradición del romancero y del teatro barroco, donde predominaban la pompa y el boato: asuntos religiosos, históricos, de cautivos, de valientes bandoleros, historias domésticas, amorosas, satíricas.
Así, la gran tradición barroca, desdeñada por los eruditos ilustrados del siglo XVIII, pervivió en estos pliegos consumidos por las clases más humildes. También trataban temas de actualidad: narraciones basadas en acontecimientos reales, como crímenes, hechos históricos, acontecimientos políticos, etc.
Una décima popular
El lotino
Ejemplo de las décimas utilizadas en la literatura de cordel
En Lota Alto i Lota Bajo nadie me hace resistencia: si me busca la pendencia a cualquiera doi un tajo.
Me cuadro y pongo barajo cuando haya otro que brama; siento pronto que se inflama mi sangre como demonia.
Desde Lota a Patagonia soy minero de gran fama.
Contrapunto de dos mineros sobre la valentía: un lotino i un maulino.