El término literatura, proviene del latín littera, que significa letra, y que a su vez es la traducción de la palabra griega grammatiké, utilizada para referirse al arte de leer y escribir.
Al igual que en el resto de las artes, la finalidad primordial de la literatura es lograr una obra que provoque un placer estético, para lo cual su materia prima es el lenguaje. Dicho de otra manera, la forma en que se usa el lenguaje contribuye al valor artístico que pueda llegar a tener un texto como obra literaria. La comunicación eficaz de ideas, imágenes y sentimientos pueden hacer la diferencia entre un texto aburrido y otro entretenido.
En la literatura intervienen los mismos elementos que en una conversación normal, pero de manera distinta. El emisor es el autor, y el receptor es el lector, o el oyente, en el caso de que la obra se transmita en forma oral (mediante la palabra hablada). Mientras en la comunicación diaria el contexto del acto comunicativo es lo ocurrido en nuestro entorno, en la literatura el contexto es proporcionado por la propia obra literaria.
El receptor es trasladado a una realidad ficticia, al mundo, la época y el lugar inventados por el autor -en base a sus experiencias, forma de ver las cosas y la intención que lo haya hecho escribir- para hablar de sus personajes o de sentimientos y emociones.
Así, desde el rincón más cómodo de tu casa puedes viajar al mundo de los caballeros con Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, o Ivanhoe, de Walter Scott; conocer las vivencias de alguien en una situación difícil, como en El diario de Ana Frank, u Oliver Twist y David Copperfield, de Charles Dickens; o soñar con poderes mágicos y mundos de fantasía, como en las distintas aventuras de Harry Potter, creado por J.K. Rowling; o en mundos mitológicos, como en El señor de Los Anillos, de J.R.R. Tolkien, entre muchas otras alternativas.
La comunicación que se da entre el autor y sus lectores puede ser muy variada, ya que cada cual interpreta y valora una obra literaria desde su propio contexto (cultura, época, edad, experiencias, etcétera). Por ejemplo, algunas de las obras de Julio Verne, como Veinte mil leguas de viaje submarino (1873) y De la Tierra a la Luna (1865), seguramente fueron consideradas ingeniosos relatos fantásticos en su época. Hoy, sin embargo, pueden parecer la increíble visión futurista de creaciones que el hombre ya ha concretado, como los submarinos y las naves espaciales. Es tan compleja la comunicación autor-receptor, que incluso la interpretación y la capacidad de conmover, entretener o agradar de una obra puede variar en un mismo lector al producirse nuevas lecturas. La percepción a los quince años no es la misma que a los sesenta. Así, un cuento que cuando eras pequeño te pareció maravilloso, ahora podría resultarte aburrido, porque estás más grande y tus gustos han evolucionado; o mucho más entretenido, porque comprendiste cosas que anteriormente habías pasado por alto.
Los textos literarios pueden escribirse en prosa o verso.
Por definición, la prosa es el lenguaje oral o escrito que no está sometido a las leyes de la versificación (ritmo, métrica, medidas). Es el lenguaje en el que se habla, se escriben textos pedagógicos y científicos.
El verso busca llamar la atención sobre sí mismo, para lo cual utiliza el lenguaje figurado y la reiteración, tanto de sonidos (aliteración) como de ritmos, de finales de versos (rima) y de estructuras. Se considera que los escritos en verso son los más genuinamente literarios, ya que en ellos es donde el lenguaje se aleja, en mayor o menor medida, del uso convencional del idioma.
En la poesía actúa más la evocación y el recuerdo. En cuanto a las imágenes, a diferencia de la prosa, que se preocupa fundamentalmente de la idea, la poesía se centra en la contemplación de su reflejo. Es fruto de una síntesis intuitiva, vinculada más a los sentimientos, emociones y sensaciones que a la razón.