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Tanto el arte budista (asociado a la religión budista) como el hindú (asociado a la religión hindú) se caracterizan por su tendencia descriptiva y narrativa, que se expresa en los hermosos bajo relieves de los templos.

Desde sus comienzos, la escultura india representó episodios de la vida de Buda, que en un principio solo fue evocado mediante símbolos. El arte de Gandhara, que floreció entre los siglos I y V d.C., difundió en la India una escultura de tipo helenístico y la representación antropomórfica (humana) de Buda.

El arte gupta, que fue posterior, dejó atrás las influencias griegas, al elaborar figuras de gran sensualidad, con formas curvas muy acentuadas.

El arte del Tíbet ha sido influenciado por sus vecinos, Asia Central, China, Nepal e India y por el budismo, por lo que puede ser definido como un conservatorio de las tradiciones.

La escultura monumental fue importante en China durante la dinastía Han. Después prefirieron las figuras pequeñas realizadas en madera, bronce, porcelana y jade. A mediados del siglo V a.C., con la introducción del budismo, llegó también la estética india. De esa época datan los relieves de los templos de Yunkang. En los siglos posteriores, se mantuvo esa influencia, reflejado en la gigantesca escultura de Buda de Long-Men.

En Japón, el arte también estuvo influenciado por el budismo. Notables ejemplos son las estatuas del período Asuka.

Posteriormente, en la época Kamakura, que comenzó a fines del siglo XII d.C., se abandonó la idealización por el realismo, como puede verse en las estatuas gigantes del templo Todaiji.

El arte del metal (bronce, latón, materias preciosas) predomina en todas partes. Mediante aleaciones consiguieron bronces de distintos colores.


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