Nuestro cuerpo está formado por muchos millones de células que se organizan formando tejidos para cumplir funciones determinadas. Sin embargo, cuando el cáncer se adueña de las células esta organización se va al suelo, produciéndose una cantidad cada vez mayor de ellas en el tejido, distorsionándolo hasta formar una protuberancia o tumor. Y no sólo eso; además, las células comienzan a perder su sentido de orientación y de territorio. Ya no reconocen sus límites, lo que inevitablemente las lleva a dispersarse a otras partes del cuerpo, situación que se conoce como metástasis.
Cuando una célula se enferma, pierde su capacidad de dividirse normalmente y comienza a sufrir modificaciones, formando grandes masas celulares o tumores, como dijimos anteriormente. Sin embargo, no siempre estos son malignos, ya que pueden presentarse en forma aislada, lo que significa que son benignos, es decir, son menos dañinos para el funcionamiento de nuestro organismo. Pero si las células del tumor son muy invasoras y se expanden por otras partes del cuerpo, produciendo metástasis. Estamos hablando de un tumor maligno o de cáncer propiamente tal.
Con su división descontrolada, las células no sólo forman tumores sino que ahogan, desnutren y vuelven indefensas a las células normales del entorno, pudiendo provocarnos la muerte.
A pesar de que existen varios tipos de cáncer, las transformaciones celulares que provocan son comunes a todos ellos.
Células especializadas
Otra característica importante de las células es que cada una de ellas se especializa en una función determinada, lo que permite que trabajen con más eficacia y en interdependencia con el resto del organismo. Así, un tejido lo podemos definir como un grupo o capa de células de la misma especialización, que se distinguen por sus funciones específicas.
Generalmente se acostumbra a clasificar los tejidos animales en seis grupos: los epitelios, formados por células distribuidas en una capa continua que cubre la superficie de tu cuerpo, encargándose de proteger, absorber, secretar y de la sensación; el tejido conectivo, en cambio, comprende huesos, cartílagos, tendones, ligamentos y tejido conectivo fibroso, encargado de sostener y mantener juntas las demás células del cuerpo; el tejido muscular está formado por células musculares que contienen pequeñas fibras contráctiles longitudinales y paralelas llamadas miofibrillas; la sangre comprende los glóbulos blancos y rojos y una parte líquida carente de células denominada plasma; el tejido nervioso está compuesto por células llamadas neuronas, encargadas de conducir impulsos nerviosos electroquímicos; finalmente, el tejido reproductor está formado por células modificadas para producir la aparición de nuevos individuos, óvulos y espermatozoides.