Tras la derrota de las fuerzas españolas en Curalaba, la conquista se detuvo. Como parte de una estrategia de España para enfrentar el conflicto, el gobernador Alonso de Rivera (1601-1605) estableció como frontera, entre el mundo indígena y el europeo, al río Biobío, y la presencia de un ejército profesional y permanente (1603), que era financiado por medio del real situado que provenía del Perú.
De este modo, se puso fin a la guerra ofensiva que había caracterizado al período de la conquista y que consistía en atacar a los indios con las armas, enviando expediciones a la Araucanía y a otros territorios. Así, las acciones bélicas disminuyeron y se sucedieron cada vez más largos períodos de relativa paz, interrumpidos por malocas (entradas violentas de españoles en territorio mapuche, en busca de hombres como esclavos) y malones (respuesta de los aborígenes que se traducía en asaltos a villas con el mismo objetivo). Así, entre escaramuzas y rebeliones, pasaron los dos siglos coloniales.