Los poemas siguen un ritmo en que las palabras se relacionan tanto por su sonido como por su significado. Por eso, se dice que ellos poseen una estructura compuesta por versos, estrofas y rimas. Además, tienen diversas formas métricas, es decir, distintas medidas de los versos.
Los versos son palabras o conjuntos de palabras sujetas a una medida, cadencia o ritmo, que es una distribución de sonidos y acentos agradable o grata al oído. Según el número de sílabas métricas (diferentes de las sílabas gramaticales) los versos se llaman: tetrasílabos (cuatro sílabas); pentasílabos (cinco sílabas); hexasílabos (seis sílabas); heptasílabos (siete sílabas); octosílabos (ocho sílabas); eneasílabos (nueve sílabas); decasílabos (diez sílabas); endecasílabos (once sílabas) y dodecasílabos (doce sílabas).
La estrofa es un conjunto de varios versos, los cuales comparten alguna característica de ritmo, medida o rima. Puede ser un número fijo o variable de versos. Las estrofas se clasifican en: pareado (dos versos); terceto (tres versos); cuarteto (cuatro versos); quinteto (cinco versos); sextina (seis versos); séptima (siete versos); octava (ocho versos), décima (diez versos) y soneto (catorce versos), entre otras formas de combinación.
La rima es la igualdad o repetición de sonidos a partir de la última vocal acentuada en dos o más versos. Se divide en consonante o perfecta y en asonante. En la primera, todos los sonidos, vocales y consonantes, riman, porque son iguales, como en el siguiente ejemplo:
La más bella niña
de nuestro lugar
hoy viuda y sola
ayer por casar
(La más bella niña, de fray Luis de Góngora y Argote, español).
En la rima asonante las palabras finales del verso tienen iguales la vocal acentuada y la última vocal fuerte (a, e, o). Ejemplo:
A la quinta, quinta quinta
de una señora de bien
llega un lindo caballero
corriendo a todo correr
(Romance anónimo).
También existen los versos sueltos, que no tienen rima, y los versos libres, los cuales no se ajustan a ninguna medida. Un ejemplo de esto último es el poema Walking arround, de Pablo Neruda, en que todos los versos tienen distinto número de sílabas.
Versificación castellana
El arte de combinar rítmicamente las palabras no es lo único que distingue a la poesía de la prosa, pero hasta el siglo XX constituía la mejor forma de diferenciar ambos géneros.
La versificación tiene en cuenta la extensión de los versos, la acentuación interna y la organización en estrofas.
La rima (coincidencia de las sílabas finales en versos subsiguientes o alternados) es otro elemento del ritmo, igual que la aliteración, que es la repetición de sonidos dentro del verso, como en este de Góngora: «infame turba de nocturnas aves», donde se repite el sonido ur y también se juega una rima asonante en el interior del verso entre infame y ave. La rima es consonante cuando todas las letras de la última sílaba coinciden en dos o más versos próximos. Se llama asonante cuando sólo coinciden las vocales.
La poesía en lengua castellana se mide según el número de sílabas de cada verso, a diferencia de la poesía griega y de la latina, que tienen por unidad de medida el pie, combinación de sílabas cortas y largas (el yambo, la combinación más simple, es un pie formado por una sílaba corta y otra larga). En la poesía latina los versos eran frecuentemente de seis pies.
Por el número de sílabas, hay en la poesía en lengua castellana versos de hasta 14 sílabas, los alejandrinos. Es muy frecuente el octosílabo en la poesía popular, sobre todo en la copla. Las coplas de Manrique se basan en el esquema de versos octosílabos, aunque a veces son de siete, rematados por un pentasílabo. A esta forma se le llama «copla de pie quebrado». La irregularidad silábica es frecuente, incluso en la poesía tradicional. Por ejemplo, en poesías de versos de once sílabas se pueden encontrar algunos de diez o de nueve.
Las estrofas (grupos de versos) regulares, de dos, cuatro, cinco y hasta ocho versos o más corresponden a las formas más tradicionales. El soneto, una de las más difíciles formas clásicas, se compone de catorce versos, generalmente endecasílabos (once sílabas) divididos en dos cuartetos y dos tercetos (estrofas de cuatro y de tres versos) con distintas formas de alternar las rimas.
La alternancia de sílabas tónicas (acentuadas) y átonas (sin acento) contribuye mucho al ritmo de la poesía. Si los acentos se dan a espacios regulares (por ejemplo, cada dos, tres o cuatro sílabas) esto refuerza la músicalidad del poema. Mantenida esta regularidad a lo largo de todo un poema, se logra un efecto muy semejante al del compás musical.
La poesía del siglo XX ha prescindido de la métrica regular, y sobre todo de la rima. Sin embargo, la aliteración, la acentuación y a veces la rima asonante, mantienen la raíz musical del género poético.
Nicanor Parra escribió un libro de poesías al que llamó La cueca larga. Otros invocaron formas musicales clásicas. El estadounidense-británico T. S. Eliot escribió por ejemplo Cuatro cuartetos.