A diferencia de los seres vivos o bióticos, los cuales se caracterizan por nacer, nutrirse, relacionarse, reproducirse y morir, los seres inertes o abióticos, son todos aquellos objetos inanimados o sin vida. Los seres inertes pueden no cumplir ninguna de las funciones vitales de los seres vivos. Como por ejemplo, una piedra no puede nutrirse o reproducirse y el agua no puede relacionarse o morir.
Los seres inertes pueden ser clasifican en dos grandes grupos:
Los seres inertes naturales, que son todos aquellos conformados por la naturaleza. Es el caso de las rocas, el agua, el aire, etc. Y los seres inertes artificiales, los cuales tienen como característica principal, haber sido fabricados por seres humanos.
Entre los elementos abióticos naturales más importantes están el agua, la luz, el aire y los minerales, entre otros.
Presencia e importancia de los seres inertes en la Tierra
Para que la vida en la Tierra sea posible tal como la conocemos, se hacen indispensables ciertos seres inertes. Sin ellos seria imposible el crecimiento de los seres vivos no sería posible, ya que no se podrían realizar los procesos propios de esta materia necesarios para su desarrollo y reproducción.
Los elementos inertes o abióticos naturales más relevantes en el desarrollo de vida en nuestro planeta están:
– El agua: sin este elemento, las sustancias indispensables para la vida no podrían unirse. Sin el agua ningún proceso vital de intercambio con el medio, como la respiración o la digestión, no podría realizarse. Debido a su poder disolvente y a su capacidad de mantener la temperatura en rangos adecuados, el agua proporciona un medio para el transporte y transformación de sustancias al interior de los seres vivos.
El agua tiene también un papel importante en la descomposición metabólica de moléculas en un proceso llamado hidrólisis.
– La luz solar: este elemento es fundamental para el proceso de fotosíntesis de las plantas. Los vegetales pueden captar en sus hojas la luz solar. Mediante la clorofila, se puede fijar la luz y transformarla en compuestos orgánicos que serán aprovechados por las mismas plantas y todos los demás eslabones de las cadenas alimenticias.
– La atmósfera: es la capa gaseosa que envuelve nuestro planeta. También se le llama aire. El aire proporciona las sustancias gaseosas necesarias para que se lleven a cabo las funciones vitales de los seres vivos como la respiración y la fotosíntesis. Por ejemplo, los seres vivos toman el oxígeno del aire al respirar y liberan dióxido de carbono, el cual absorben las plantas verdes en la fotosíntesis, para seguir entregando nuevamente oxígeno al aire.
La atmósfera también aporta dióxido de carbono, el nitrógeno y el agua gaseosa, los que se transforman constantemente en la biosfera.
También el aire actúa como filtro de la radiación ultravioleta del Sol, gracias al gas ozono que contiene, ya que éste refleja estos rayos, permitiendo mantener una temperatura adecuada, siendo así posible la vida en la Tierra.
Los minerales: mantener un nivel adecuado de minerales es fundamental para que el cuerpo humano funcione correctamente. Todos ellos son esenciales, es decir, el organismo no es capaz de producir ninguno por sí mismo y es necesario adquirirlos a través de los alimentos que conforman la dieta diaria para evitar carencias.
Los minerales tienen un papel importantísimo en el cuerpo humano, ya que son necesarios para la elaboración de tejidos, la síntesis de hormonas y están presentes en la mayor parte de las reacciones químicas en las que intervienen los enzimas.
Algunos ejemplos de sales minerales fundamentales son:
El calcio, fundamental para desarrollar los huesos y conservar su rigidez, así como en la regulación de la excitabilidad nerviosa y en la contracción muscular.
El fósforo, desempeña un papel importante en el metabolismo de energía en las células, afectando a los hidratos de carbono, lípidos y proteínas.
El magnesio, esencial para mantener el potencial eléctrico de las células nerviosas y musculares.
El sodio, presente en el fluido extracelular donde tiene un papel regulador.
El yodo, imprescindible para la glándula tiroidea.
El flúor, elemento necesario para el crecimiento de huesos y dientes.