El tabaco es una planta nativa del continente americano. Existen diversas teorías sobre su lugar de origen. Algunos expertos han determinado que proviene de la zona andina, es decir, de la Cordillera de los Andes, entre Perú y Ecuador. También han dicho que los primeros cultivos debieron de tener lugar entre cinco mil y tres mil años antes de Cristo. Según esta misma teoría, cuando se colonizó América, en el siglo XV su consumo ya estaba extendido por todo el continente. Otros historiadores ubican su cuna en la Península de Yucatán, en el actual México. Se dice que sus pobladores, los antiguos mayas, fueron los primeros en cultivarlo y disfrutarlo, pero cuando su cultura se disolvió, las tribus que derivaron de ella se llevaron consigo los conocimientos del tabaco hacia El Caribe, norte y sur de América.
Fumar era una de las muchas formas de consumo de esta planta en América. Además de fumarse, el tabaco tenía otras utilidades. Se masticaba, se comía, se bebía, se untaba sobre el cuerpo, se usaba en gotas en los ojos y se usaba en enemas. Era utilizado en ritos, para soplarlo sobre el rostro de guerreros antes de la lucha, se esparcía en campos antes de sembrar, se ofrecía a los dioses y tanto a hombres como a mujeres les servía como narcótico.
En 1492 al descubrir el continente americano, Colón no le dio mucha importancia al tabaco ya que sus prioridades se centraron en la búsqueda de oro. Sin embargo, algunos de sus acompañantes, empezando por Rodrigo de Jerez, cayeron rápidamente en el hábito de fumar, el cual más adelante fue adquirido por los conquistadores y después por los colonizadores. Así, poco a poco, se fue introduciendo esta nueva costumbre en España y Portugal. Rodrigo de Jerez, a su vuelta a España, fue encarcelado por la Inquisición acusado de brujería, ya que sólo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca.
Por orden de Felipe II, rey de España, se le encargó al cronista e historiador de las Indias Hernández de Boncalo, que llevara a España las primeras semillas de tabaco, las cuales arribaron a Europa en 1559. Estas semillas fueron plantadas en tierras situadas alrededor de Toledo, en una zona llamada los Cigarrales porque solían ser invadidas por plagas de cigarras. Allí se inició el cultivo de tabaco en Europa y, por este motivo, algunos historiadores sostienen que el nombre de cigarro proviene de este lugar.
Años después, a fines del siglo XVI, este hábito llegó a Francia a través de su embajador en Portugal, Jean Nicot de Villeman , quien parece ser la fuente de inspiración para el nombre nicotina, y posteriormente a la planta, Nicotiana Tabacum.
En Gran Bretaña, Sir Walter Raleigh fue el responsable de introducir el tabaco en su país, y con ello la nueva moda de fumar.