La vid es una planta con tronco retorcido, vástagos nudosos y flexibles, flores verdosas en racimos, y cuyo fruto es la uva. Es una planta originaria de Asia, pero hoy se cultiva en todas las regiones templadas del mundo. Al conjunto de vides cultivadas en un campo se le denomina viña o viñedo.
El cultivo de la vid para la producción del vino es una de las actividades más antiguas de la civilización. Existe evidencia que los primeros cultivadores de viñas y productores de vino, se encontraban en la región de Egipto y Asia Menor, durante el neolítico, es decir, 8.000 años antes de Cristo. Con el pasar de los años, desde Asia, la vid comenzó a expandirse por el resto del continente hasta llegar a Europa. Y fue desde ahí su punto de partida, cuando los colonizadores llegaron a América y la vid tocó suelo americano.
Según los datos, dicen que fue Cristóbal Colón el que introdujo en territorio americano las primeras parras. Así consta en el memorial que el marino diera a los Reyes de España. Esto fue en su segundo viaje y la tierra elegida fue la de las Antillas, sin embargo, la vid parecía poco dispuesta a dar frutos en aquella región caribeña.
Fue recién cuando las plantas llegaron a territorio azteca que comenzaron a mostrarse productivas. Según presumen los expertos, el viaje de este cultivo pasó desde México a Perú.
Industria competetiva
El primer polo vitivinícola de relevancia en América estuvo en Perú, líder de este proceso en los siglos XVI y XVII. Con los años, la industria peruana del vino declinó debido a terremotos, guerras, pestes y a la fiebre del algodón. Perú quedó en segundo lugar en el siglo XVIII, tercero en el XIX y cuarto en el XX.
Fue sustituida en su liderazgo por Chile, que ocupó el primer lugar en los siglos XVIII y XX. Este a su vez fue superado por Mendoza, Argentina, el cual experimentó un fuerte «boom» a fines del siglo XIX por los ferrocarriles y los inmigrantes europeos, hasta instalarse como líder vitivinícola de América Latina en el siglo XX. Brasil comenzó a escalar a partir de 1830, hasta ubicarse, durante todo el siglo XX, como tercera potencia vitivinícola de América del Sur.