“Tenía dificultades para tomar el lápiz y no tenía claro cómo pintar. No podía dar vuelta las hojas de un libro e, incluso, se le caía el tenedor”. Las dificultades de Camilo (4), que describe su papá, fueron advertidas por las parvularias del jardín infantil al que recién había llegado, en junio de 2009. Ellas le aconsejaron que buscara a una sicopedagoga. Casi de inmediato, a Camilo ya le tenían programado dos encuentros de 45 minutos a la semana con la profesional, quien lo visitaría luego de que el niño llegara a su casa.
La demanda por clases particulares y asesorías para preescolares y alumnos de primero a cuarto básico se duplicó entre 2008 y 2009.
En la empresa Sácate un 7, por ejemplo, atendieron en 2008 a 32 niños entre seis y diez años; mientras que en 2009 el número llegó a 78. En esa empresa, en 2008, un tercio de sus alumnos era menor de 9 años; en 2009, el número llegó al 58%.
Mientras que en The Homework Club, el año pasado, a estas alturas, tenían 36 estudiantes menores de 9 años; y este año, ya atienden a 58.
Incluso, ante la demanda se han creado empresas dedicadas a prestar apoyo académico a preescolares, como Play Education y Jugando Aprendo. En la primera, que partió hace tres años, ya hay 30 menores matriculados, el doble que en 2009 a la fecha. En la segunda, que empezó el año pasado, atienden a 18 niños.
Un fenómeno que preocupa a sicólogos infantiles, quienes ven cómo los preescolares y escolares pasan prácticamente todo el día en actividades académicas.
Directamente desde el jardín
En principio, los padres se acercaban a estas empresas con el fin de que personal especializado entretuviera a sus hijos. En cambio, hoy el enfoque está centrado en lo pedagógico y son los jardines los que envían a los menores con dificultades.
“Los preescolares que presentan alguna dificultad en la adquisición de funciones básicas para el aprendizaje, motriz o lingüística, reciben intervención con el fin de prevenir futuros problemas”, dice Alejandra Villegas, directora de Play Education.
También son los colegios los que derivan a los alumnos de entre primero y cuarto básico. “Se trata, en especial, de establecimientos que no quieren echar a los niños por sus dificultades”, dice Villegas.
Matemáticas, lenguaje e inglés son lo más solicitado y la mayoría de los padres contrata dos clases a la semana. “Hay un fuerte crecimiento en la cantidad de niños de colegios católicos, los apoderados sienten que no tienen suficientes horas de inglés. Además, ha crecido el número de alumnos de colegios bilingües que necesitan reforzamiento en todos los ramos”, agrega Joseph Williams, director de The Homework Club.
“Si hay algún problema desde temprano, éste se resuelve solo, muchas veces sólo hay que esperar que el niño madure”, dice Lisa Clefberg, psicóloga de U. de los Andes.
En cambio, si el niño se acostumbra a estar guiado por un adulto y no tiene tiempo para el ocio o juego libre (ver recuadro), no sólo puede haber estrés. También los menores se vuelven dependientes y se afectan su autoestima y creatividad.
Por eso, los expertos recomiendan que los menores de básica que tienen jornada completa, no se dediquen a ninguna actividad académica en casa. Quienes tienen jornada parcial, debieran destinar, como máximo, 90 minutos al día a tareas, estudios y/o clases particulares.
La importancia de que los niños jueguen
Es importante que los menores cuenten con instancias libres para jugar. Diversas investigaciones han recalcado los beneficios de esta práctica: el juego libre no sólo mejora la creatividad, también es clave para el desarrollo neuronal y el de habilidades sociales.
El juego permite crear mundos imaginarios y abstraerse. Con eso, los menores se preparan para escenarios futuros y controlan la ansiedad. “Cada niño es un mundo y no un objeto que es llevado y traído desde el colegio a talleres, a clases particulares y psicopedagogos para satisfacer las demandas de un sistema escolar, que a veces raya en lo perverso y que a su vez demanda y estresa a los padres, desperdiciando un tiempo precioso que podría ser compartido en familia”, dice Sergio Ulloa-Wexman, psicólogo de la Escuela de sicopedagogía de la U. Andrés Bello. «Cuando están todo el día guiados, se vuelven más adultos, controlados y obsesivos», dice Lisa Clefberg, sicóloga.