El juego se considera una actividad inherente al ser humano. Todos nosotros hemos aprendido a relacionarnos con nuestro ámbito familiar, material, social y cultural a través del juego. Se trata de un concepto muy rico, amplio, versátil y ambivalente ya que implica una difícil categorización.
Se puede afirmar que el juego, como cualquier realidad sociocultural, es imposible de definir en términos absolutos y por ello las definiciones describen algunas de sus características. Algunas lo definen en relación a una forma de diversión, otros como forma de competencia, otras como una acción libre y espontánea de los niños.
De ahí que se considere como un termino polisémico, es decir, con varios significados, dependiendo del enfoque con que se le describa.
Sin embargo, pueden extraerse características comunes, las que nos pueden dar un marco general del concepto. Algunas de las más representativas son:
-Es una actividad libre: es una acción voluntaria. Nadie está obligado a jugar.
-Tiene un carácter incierto. Al ser una actividad creativa, espontánea y original, el resultado final fluctúa constantemente, lo que motiva la presencia de una agradable incertidumbre que es parte de su atractivo.
-Es una manifestación que tiene finalidad en si misma, es gratuita, desinteresada e intrascendente. Esta característica va a ser muy importante en el juego infantil ya que no posibilita ningún fracaso.
-El juego se desarrolla en un mundo ficticio, con un continuo mensaje simbólico.
-Es una actividad convencional y de consenso, ya que todo juego es el resultado de un acuerdo social establecido por los jugadores, quienes diseñan el juego y determinan su orden interno, sus límites y sus reglas.