Caída de Napoleón
En 1812 Napoleón, junto a un gran ejército, compuesto por casi medio millón de hombres, invadió Rusia. Luego de la batalla de Borodino, las fuerzas francesas ingresaron a Moscú. Sin embargo, debieron retirarse, ya que la ciudad fue incendiada por sus propios habitantes. El terrible invierno ruso, más las acciones bélicas, prácticamente exterminaron a las milicias francesas, regresando solo 10.000 hombres a su país. Este hecho marcó el comienzo de la caída del emperador.
Napoleón seguía empecinado en conquistar totalmente Europa, pero esta ambición ya no era tolerada por los franceses, cansados de más de veinte años de guerras. Además, ahora encontraba una resistencia patriótica de parte de las naciones subyugadas, lo que hacía más difícil su dominio.
En 1813 perdió la batalla de Leipzig, lo que motivó a Austria a reconquistar Italia. Asimismo, los ejércitos napoleónicos debieron dejar España y en 1814 las potencias aliadas entraron a París. Napoleón fue desterrado a la isla de Elba, frente a la costa italiana, mientras asumía el trono Luis XVIII, hermano del decapitado Luis XVI.
Sin embargo, en 1815, Napoleón consigue escapar y regresar a Francia, donde fue recibido como héroe, para luego triunfar en Ligny (Bélgica) frente a las fuerzas aliadas. Pero luego fue derrotado en la batalla de Waterloo, en ese mismo país, el 18 de julio, por el británico Arturo Wellesley, duque de Wellington. Fue nuevamente exiliado, pero esta vez a la isla de Santa Elena, en medio del océano Atlántico, donde falleció en 1821.