René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye en Touraine, cerca de Poitiers. Hijo del jurista Joachim Descartes, noble de toga, y de Jeanne Brochard. Tras la muerte de su madre, él y sus 2 hermanos fueron educados por su abuela, pues su padre, consejero del Parlamento de Bretaña, se ausentaba cada 2 años por largas temporadas, y acabó dejando atrás a sus hijos al contraer matrimonio con una doncella inglesa.
La educación en el colegio jesuita la Flèche le proporcionó durante 8 años, una sólida introducción a la cultura clásica, aprendiendo latín y griego en la lectura de autores como Cicerón, Horacio y Virgilio, por un lado, y Homero, Píndaro y Platón, por el otro.
El resto de la enseñanza estaba basada principalmente en textos filosóficos de Aristóteles, acompañados por comentarios de filósofos y teólogos jesuitas. Aristóteles era entonces el autor de referencia para el estudio, tanto de la física, como de la biología.
El plan de estudios incluía también una introducción a las matemáticas tanto puras como aplicadas en la astronomía, música y arquitectura. Siguiendo una extendida práctica medieval y clásica, en esta escuela los estudiantes se ejercitaban constantemente en la discusión.
Estudios y ejército
A los 18 años de edad, Descartes ingresó a la Universidad de Poitiers para estudiar derecho y algo de medicina. Para 1616 Descartes cuenta con los grados de bachiller y licenciado. René fue siempre un alumno sobresaliente y fue gracias al gran afecto de algunos de sus profesores lo que hizo que pudiera visitar regularmente los laboratorios de la universidad.
En 1618, Descartes se alistó en el ejercito del príncipe Maurice de Nassau (posteriormente príncipe de Orange) como caballero voluntario. Fue enviado a la guarnición de Breda, en Holanda, en donde había una tregua entre las fuerzas franco-holandesas y las españolas, bajo cuyo dominio se hallaban sometidos los Países Bajos.
En ese período sus intereses fueron los que corresponden a un oficial del ejército: la balística, la acústica, la perspectiva, la ingeniería militar y la navegación.
En Breda, un 10 de noviembre de 1618, se encontró con un grupo de gente ante un cartel que se hallaba expuesto en la calle. Estaba escrito en flamenco y Descartes, dirigiéndose a una de las personas del grupo, le pidió que se lo tradujera al latín o al francés.
El cartel era un desafío que instaba a los que lo leían a resolver el problema matemático que en él se proponía. La persona a la que Descartes se dirigió para que se lo tradujera era Isaac Beeckman, uno de los matemáticos más famosos del país.
Descartes resolvió el problema y presentó su solución a Beeckman, quien reconoció al instante su genio matemático y se propuso reavivar el interés del joven por los problemas matemáticos.
El diario de Beeckman
Debemos al diario de Beeckman, descubierto en 1905, el haber arrojado luz sobre este período de la vida de Descartes. Fue un período de donde la mente del joven pasaba con gran celeridad de unas cuestiones a otras. Y fue precisamente en esta época cuando Descartes dio con la pista del método con el cual intentar unificar el conocimiento humano en base a un conjunto central de premisas.
El 26 de marzo de 1619 Descartes informó a Beeckman «acerca de una ciencia, enteramente nueva, que le iba a permitir resolver todos los problemas que se pueden proponer acerca de cualquier clase de cantidades, continuas o discontinuas, cada una de acuerdo con su naturaleza…, de forma que, en Geometría, casi nada quedaría ya por descubrir». De esta manera Descartes anunciaba el descubrimiento de la Geometría Analítica.
A pesar de discurrir sobre los temas anteriores, Descartes no publica entonces ninguno de estos resultados.
Durante su estancia más larga en París, Descartes reafirma relaciones que había establecido a partir de 1622 con otros intelectuales, como Marin Mersenne y Guez de Balzac, así como con un círculo conocido como «Los libertinos».
En esta época sus amigos propagan su reputación, hasta el punto de que su casa se convirtió entonces en un punto de reunión para quienes gustaban intercambiar ideas y discutir. El año 1629, con la intención de dedicarse por completo al estudio, se traslada definitivamente a los Países Bajos, donde llevaría una vida modesta y tranquila, aunque cambiando de residencia constantemente para mantener oculto su paradero. Descartes permanece allí hasta 1649, viajando sin embargo en una ocasión a Dinamarca y tres a Francia.
La preferencia de Descartes por Holanda parece haber sido bastante acertada, pues mientras en Francia muchas cosas podrían distraerlo y había escasa tolerancia, las ciudades holandesas estaban en paz, florecían gracias al comercio y grupos de burgueses que potenciaban las ciencias. Es así como por esos años, específicamente en 1632, se funda la academia de Ámsterdam.
En septiembre de 1649 la Reina Cristina de Suecia le llamó a Estocolmo. Allí murió de una neumonía el 11 de febrero de 1650, falleciendo a los 53 años de edad.
Cuerpo desenterrado
En el año de 1676 se desenterraron los restos de Descartes. Colocados en un ataúd de cobre se trasladaron a París para sepultarlos en la iglesia de Sainte-Geneviève-du-Mont. Movidos nuevamente durante la Revolución francesa, sus restos fueron colocados en el Panthéon, la basílica dedicada a los grandes hombres franceses.
Sin embargo, nuevamente, en 1819, los restos de René cambiaron de lugar siendo llevados a la Iglesia de Saint-Germain-des-Prés donde se encuentran actualmente.
En general se considera a Descartes como el padre de la filosofía moderna, independientemente de sus aportes a las matemáticas y la física. Este juicio se justifica, principalmente, por su decisión de rechazar las verdades recibidas, particularmente la escolástica, movimiento teológico y filosófico que intentó utilizar la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo.
Fue Descartes quien analizó críticamente las fuentes del conocimiento, en busca de algo de lo que no se pudiera dudar. La teoría del conocimiento pasó así a ser el tema central de la filosofía, desplazando a la metafísica.
El racionalismo, como se llamó a la corriente que Descartes inició, alcanzó su máxima expresión con Hegel, el último filósofo moderno, quien sostenía que «todo lo real es racional y todo lo racional es real».