Entre las consecuencias de los descubrimientos, en el ámbito científicas se encuentra el cambio de concepción del universo hasta entonces aceptado. Quedó demostrado prácticamente que el mundo no era lo que habían supuesto los geógrafos medievales y los escritores de la Antigüedad.
Esta demostración significó un poderoso estímulo al espíritu de crítica y de análisis.
Asimismo, el saber astronómico se renovó y se hizo más fecundo como consecuencia de los descubrimientos.
Esta curiosidad científica culminó con la teoría heliocéntrica de Copérnico, que decía que la Tierra no era el centro del sistema planetario.
Los resultados de los grandes descubrimientos dieron un inmenso impulso a la economía europea. El comercio progresó notablemente como resultado de la apertura de la ruta directa por Africa y las Indias Orientales y el descubrimiento de América. Afluyeron a Europa enormes cantidades de especias de oriente y productos americanos desconocidos (papa, tabaco, cacao, maíz, etc.), y también oro y plata. De esta manera, Europa adquirió la hegemonía económica del mundo, que se afianzó cada vez más durante los tiempos modernos.
La apertura de nuevas rutas y el descubrimiento de América afectaron la estructura política de Europa. En efecto, con el traslado del comercio marítimo desde el Mediterráneo al Atlántico perdieron poder los importantes puertos italianos (Venecia y Génova), en beneficio de los estados atlánticos de España y Portugal. Más tarde, Francia, Inglaterra y Holanda, en competencia con las naciones ibéricas, se convirtieron en grandes potencias mundiales.