La presión se relaciona con la forma en que se distribuye una fuerza en una determinada superficie. Ahora bien, en un gas la presión también se debe a la distribución de la fuerza, pero esta vez de la fuerza que ejerce cada una de las partículas sobre una determinada superficie, digamos una pared.
Imaginemos una pared conectada a un dinamómetro, de modo que podamos medir la fuerza a la que esta se encuentra sometida. Imaginemos que por uno de los lados de la pared existen unas máquinas lanzadoras de pelotas de tenis y que estas lanzan las pelotas desincronizadamente hacia la pared. Cuando la máquina lanza una pelota, esta (la pelota), al chocar con la pared, le da un empujón aislado; es decir, le transfiere movimiento o momentum a la pared. Por el contrario, si existen muchas máquinas lanzando pelotas, tantas que nos sea muy difícil contarlas, la muralla ya no sentirá un “empujón” aislado, sino que muchos “empujones”, los cuales estarán cambiando constantemente el momentum a la muralla, traduciéndose esto en una fuerza constante. Por otro lado, si aumentamos la velocidad con que chocan las partículas contra la pared, más fuertes serán los empujones y, por tanto, mayor será la presión.
La presión atmosférica
La presión atmosférica se debe al peso y movimiento de todas las partículas de aire que se encuentran sobre nosotros. A medida que ascendemos desde la superficie de la Tierra, la presión atmosférica decrece. Esto se debe a que el peso de la columna de aire que hay sobre nosotros desciende, pues disminuye la cantidad de partículas que la integran.
La presión atmosférica es el equivalente a la presión que sentiríamos sosteniendo 1.000 kg sobre la punta de uno de nuestros dedos. ¿Cómo es posible que el cuerpo resista tanta fuerza?
¿Sabías que?
En sus caminatas espaciales los astronautas deben utilizar trajes especiales, que tienen por función aislarlos térmicamente y apretarlos, de modo que la presión que sienta su cuerpo sea muy similar a la atmosférica (presión a nivel del mar).