En 2004, Douglas Downey, sociólogo de la U. Estatal de Ohio, en EE.UU., realizó un estudio nacional con más de 20 mil preescolares que concluyó que aquellos niños que tenían al menos un hermano eran más capaces de formar y mantener amistades y expresar sentimientos positivos que aquellos que eran hijos únicos. «Los niños que no tenían hermanos fueron calificados sistemáticamente por tener habilidades sociales más pobres«, dijo entonces Downey.
Seis años más tarde, diseñó junto a su colega Donna Bobbitt-Zeher un nuevo estudio -ahora en 13 mil escolares- para ver si esa ventaja de tener hermanos persistía cuando los niños se volvían adolescentes. Su sorpresa no fue menor: los resultados arrojaron que los hijos únicos tenían tantos amigos como sus pares con hermanos.
¿Conclusión?
Las habilidades sociales no son un problema que persiste y no sólo se aprenden en la interacción con los hermanos dentro del hogar, sino también en el colegio, en actividades extracurriculares y en la socialización dentro y fuera de la escuela. «No hay que preocuparse de que alguien que no tenga hermanos no vaya a aprender las habilidades sociales que necesita para llevarse bien con otros estudiantes en la escuela secundaria«, dijo Donna Bobbitt-Zeher, coautora del estudio.
La socióloga explicó que el efecto negativo de no tener un hermano es algo que puede cambiar a medida que una persona crece.
Para la experta, el tema no es menor, sobre todo porque está muy arraigada la creencia de que los padres que tienen familias numerosas son, de alguna manera, diferentes a los padres de hijos únicos y que esto puede influir en la popularidad de los hijos. Por eso, los investigadores tomaron en cuenta una amplia variedad de factores, como estatus socioeconómico, edad de los padres, raza, número de hijos, con cuántos de ellos vive, etc. Ninguno de estos factores cambió la relación entre el número de hermanos y las habilidades sociales.
El estudio le hace sentido a Ladislao Lira, sicólogo clínico infanto-juvenil. Un hijo único que se enfrenta por primera vez a sus pares, en la edad preescolar, no ha tenido la exigencia de desarrollar habilidades sociales, pero cuando pierde la exclusividad a la que estaba acostumbrado tiene cómo enfrentar esa carencia. «En la medida en que las necesita, el niño tiene el potencial de desarrollar esas habilidades sociales. El potencial no tiene que ver con ser hijo único«, explica.
No será una tarea fácil. La pérdida de exclusividad lo complicará en un comienzo, pero ahí entran a jugar un rol los padres. ¿Cómo? Generando instancias para que conviva con sus pares, donde se enfrente a lo que no había hecho: compartir. Los juguetes o el control remoto. Así, explica el sicólogo, desarrollará la capacidad de negociación que los niños aprenden con sus hermanos.