Los Onas constituían un pueblo de cazadores recolectores pedestres de características físicas similares a los tehuelches. Vivían en pequeños grupos, formados por unas pocas familias, las que en conjunto sumaban más de veinticinco o treinta personas.
El concepto de territorialidad de los Onas era extraordinariamente fuerte. Los individuos de un territorio o haruwen podían disponer libremente y de un modo racional de los recursos que existían en su interior, sin provocar su sobreexplotación y deterioro.
Los Onas estaban constituidos por dos grupos: los Selknam o Selk’nam que habitaban el sector norte y central de la isla de Tierra del Fuego y los Haush, localizados en el extremo sureste.
Su economía de subsistencia estuvo basada en la caza terrestre, recolección de frutos silvestres, como la murtilla y el calafate y algunos productos marinos. La actividad de la caza, fue sin duda la base más importante en la alimentación, siendo el guanaco la presa más importante, tanto por su carne como por su piel, que constituía la vestimenta base.
Fueron muy hábiles en el uso del arco y flecha, arma principal con que contaban. Hacia el sector norte de la isla la presa más importante en la caza, la constituyó un pequeño roedor llamado coruro, muy abundante en el área.
La abundancia de aves, como caiquenes, patos silvestres, cisnes y flamencos, también fue de interés para su alimentación, tanto en la recolección de sus huevos como por su carne. Complementaban su dieta con algunos alimentos del litoral marino, para lo cual aprovechaban el periodo de baja mar para recolectar moluscos (choritos, lapas, almejas y caracoles).
La vivienda consistía en un toldo de trozos de piel cosidos, quedando un refugio muy abierto pero protegido al viento.
La vestimenta era una capa confeccionada con pieles de guanaco, que les cubría desde el cuello a la rodilla. La mujer agregaba un delantal también de piel que le cubría el vientre hasta la rodilla.
La pintura corporal representó una costumbre que tuvo por finalidad proteger la piel del clima frío, por cuanto la gruesa capa de arcilla contenía también grasa animal. Generalmente usaban los colores rojo, blanco y negro. Mediante los diferentes símbolos que se pintaban, exteriorizaban su estado de ánimo.
Su religión era monoteísta. Creían en Dios al cual llamaban Temaukel, y existía un mundo después de la vida ubicado más allá del horizonte. Sus rituales estaban llenos de misticismo, utilizando sombreros cónicos y pintándose el desnudo cuerpo.
Extinción de los Onas
El impacto de la colonización moderna iniciada a fines del siglo pasado, producto de la explotación del oro en los ríos y el desarrollo masivo de la actividad ganadera en la Isla de Tierra del Fuego, ocasionó la rápida extinción de la etnia.
Matanzas, deportaciones masivas practicadas por el hombre blanco, junto a enfermedades infecto-contagiosas introducidas, terminaron por romper el equilibrio natural de estos grupos. El uso de vestuario occidental, inadecuado para la lluvia y para las costumbres higiénicas de ellos, puso punto final a la sobrevivencia de este pueblo.
Para 1966 quedaban aún 13 indígenas de origen Sélk’nam, la mayoría de ellos mestizos, en el sector argentino de la isla. En mayo de 1974, moriría en la ciudad de Río Grande, Angela Loij, la última india Selk’nam pura, quien antes de morir trabajó intensamente con la antropóloga francesa Anne Chapman en la reconstitución de la historia y cultura de su pueblo en un trabajo de gran valor antropológico e histórico.
Fuente: Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi)