Ciertamente en las escuelas, respondiendo a los énfasis de las políticas nacionales, se le ha dado prioridad al desarrollo de la competencia lectora, muchas veces en desmedro del trabajo con la producción textual. Ello ha llevado a que las y los estudiantes trabajen poco, y con menos recursos y estrategias, las habilidades implicadas en la escritura. A los profesores y profesoras nos resulta complicado promover aprendizajes en esta área debido al poco conocimiento de metodologías pertinentes, entre otros factores.
Con el fin de profundizar el trabajo de la escritura en el aula, resulta esencial reconocer las habilidades implicadas en el proceso de producción. Así como para la competencia lectora se indica que los alumnos y alumnas deben reconocer información explícita, implícita, interpretar, sintetizar, etc., en el caso de la escritura, las habilidades centrales son adecuarse al receptor, adecuarse al tipo textual, organizar/secuenciar las ideas, manejar un léxico variado y preciso, y en el ámbito más superficial manejar normas ortográficas.
No obstante esta diversidad, en general se observa que el trabajo en el aula se centra principalmente en la corrección ortográfica, por sobre las otras habilidades señaladas. Esta focalización puede encontrar explicación en la facilidad aparente que tiene este tipo de trabajo, pero lamentablemente no promueve un aprendizaje complejo de la escritura, puesto que el problema principal que deben enfrentar las y los estudiantes para generar esta competencia radica en la organización y secuenciación de las ideas, es decir, la coherencia.
Con el fin de trabajar en el desarrollo de las habilidades claves, una de las principales estrategias consiste en considerar de forma sistemática las etapas del proceso de producción: planificación, redacción, revisión, reescritura y edición. Para poder potenciar el uso de estas etapas se sugiere guiarlas a través de pautas específicas, de modo que las y los estudiantes tengan claridad respecto de las tareas que deben abordar en cada una de ellas.
Así por ejemplo, en términos generales, en el proceso de planificación de un texto pueden incluirse los siguientes puntos:
– ¿Cuál es el tema central de mi texto?
– ¿Qué ideas quiero desarrollar?
– ¿A quiénes me dirigiré?
– ¿Qué tipo de lenguaje debo utilizar?, etc.
Una vez resulta esta etapa, se procede a la redacción para posteriormente realizar la revisión sobre la base de una nueva pauta que guíe este proceso:
– ¿Todas las ideas están conectadas con el tema central de mi texto?
– ¿Cada párrafo desarrolla una idea completa?
– ¿Consideré a los receptores de mi texto en la escritura? ¿cómo puedo comprobarlo?, etc.
Indudablemente la aplicación de estas estrategias requiere que el trabajo del profesor o profesora se centra en la generación de instrumentos que faciliten la aplicación de estas estrategias por parte de las y los estudiantes, además del tiempo en aula necesario para su perfeccionamiento, profundización e internalización.
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