En 1969 dos amigos australianos residentes en Londres Inglaterra, John Rendall y Ace Bourke, encontraron a la venta en una tienda de animales exóticos, un cachorro de león de 18 kilos en una pequeña caja. Decidieron comprarlo y lo bautizaron como Christian.
El león necesitaba ejercitarse mucho, como es propio en un animal de su naturaleza, así que los muchachos debieron conseguir un lugar apropiado para estos fines. Un pastor del lugar les permitió ocupar los terrenos de la iglesia para que Christian pudiera correr. Así el león fue creciendo fuerte y saludable, siempre en compañía de sus dos amigos ingleses.
Pero cuando ya había pasado un año, Christian se había transformado en un león joven y grande, y si bien seguía disfrutando mucho con sus dos amigos, ya pesaba casi 90 kilos y los muchachos se dieron cuenta que ya no sería posible seguir teniéndolo con ellos, pero tampoco sabían qué hacer con él. Un buen día llegó a la tienda de muebles de los muchachos, que era el lugar donde vivía el león, una persona que al darse cuenta del problema que los chicos tenían, les recomendó un amigo conservacionista de fauna silvestre llamado George Adamson, que vivía y trabajaba en Kenya, África.
El lugar escogido para dejarlo en libertad fue la Reserva Nacional de Kora, en África que es el paraíso de los animales salvajes, pero antes de soltarlo debieron acostumbrarlo, poco a poco, a vivir sin los cuidados y protección que hasta ese momento había recibido de sus cuidadores. Para ello recurrieron a un viejo león llamado Boy y a una cachorro hembra de nombre Katiana, con los que esperaban que formara el núcleo de una nueva manada. Estos dos leones también habían sido domesticados pero devueltos a la vida salvaje.
Pero las cosas no fueron como esperaban. Un día se encontraron con que Katiana había sido devorada mientras bebía agua, probablemente por cocodrilos. Introdujeron otra hembra en el grupo, la que pronto pereció víctima de leones salvajes. Mientras tanto, la edad pasó factura a Boy, que perdió la capacidad para relacionarse con otros leones y con los humanos, e incluso llegó a atacar a uno de estos. Como consecuencia, Adamson se vio obligado a sacrificarlo para evitar males mayores. Pese a los inconvenientes, el trabajo de reintroducción de Christian siguió su curso y un año más tarde la pequeña manada, con Christian como líder, se estableció en su propio territorio.
Había pasado un año desde que Christian había sido liberado y sus amigos quisieron saber cómo estaba, para ello fueron al mismo lugar donde lo habían dejado, bajo advertencia de que lo más probable era que el león los atacara. Tras esperar un rato, por fin Christian apareció transformado en un precioso y enorme ejemplar de león adulto. No es necesario que les cuente lo que sigue, es posible que ustedes estén imaginando el final, pero de todos modos, les invito a verlo por ustedes mismos aquí.
Pero antes quisiera invitarlos a reflexionar respecto del valor de la amistad. ¿Es posible que humanos y animales seamos amigos aunque estos no puedan hablar? ¿Hablar el mismo idioma es imprescindible en la amistad? ¿Tú crees que los animales tienen sentimientos? ¿Conoces alguna historia parecida a esta?