Durante la Edad Media, los reyes debían acatar el poder de los nobles y los obispos, que, en ambos casos, podían tener tanto poder como ellos. Esta situación empezó a cambiar hacia el siglo XV, cuando los soberanos que reinaban en los actuales Portugal, España, Francia e Inglaterra pusieron fin al feudalismo y, en su lugar, impusieron los Estados modernos. La nueva consigna era centralizar y unificar territorios, por un lado, y disminuir la autoridad de la nobleza y la Iglesia, por el otro. Para ello fue necesario, entre otras estrategias, imponer nuevos símbolos de poder. Y aquí es cuando el regreso a la Antigüedad desempeño un papel fundamental.
Pero a los Reyes les salió otro rival. Para financiar sus proyectos, los soberanos europeos debieron recurrir a especialistas en las finanzas. En 1519, Carlos V logró ser elegido emperador gracias a la ayuda que le prestaron unos conocidos banqueros alemanes. A cambio de su dinero, los mercaderes esperaban que los monarcas avalasen la seguridad y regulación del comercio, mediante acuerdos con los otros reinos. Necesidad que estimulo la existencia de una diplomacia profesional y los mecanismos financieros propios del capitalismo, como las letras de cambio. Ante este éxito, incluso los papas, tan necesitados de crédito como los reyes, se dejaron seducir por los banqueros, pero su enriquecimiento debilito la credibilidad de Roma, lo que favoreció que surgieran movimientos reformistas y las primeras formas de pensamiento anticlericales, aunque no necesariamente ateas.
Al mismo tiempo, la complejidad del nivel de vida fomento la aparición de abogados, de notarios, de jueces y de médicos. Tanto ellos, como los artistas, gracias a su creciente protagonismo, desarrollaron una conciencia y orgullo profesional que los llevo a comportarse como una nueva «nobleza» basada en la cultura. Los humanistas y artistas eran hijos de padres con profesiones liberales. De esta manera, la erudición se convirtió en un nuevo estatus social. La posesión de libros, todavía muy caros a pesar del invento de la imprenta, devino un signo de estatus.