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El slogan decía La letra con sangre entra, lo cual ejemplificaba bastante bien cuál era el tenor de dicha educación.

Se restringía a los niños y adolescentes en muchas cosas, niños y niñas no eran considerados sujetos de derecho, por lo cual sólo debían acatar aquello que era determinado desde el mundo adulto. Eran tiempos en que la educación en el mundo aún no era tan masiva y ser pobre aún significaba en muchos casos, no tener acceso a aprender ni a leer ni a escribir. La educación estaba destinada a las elites, grupos seleccionados de sujetos pertenecientes a ciertas familias adineradas que eran educados con el fin de dirigir las riendas de nuestro país.  Según esto la educación era un privilegio que tenían sólo algunos.

Pero algo sucedió, no sólo en Chile sino que en el mundo, se comenzó a privilegiar la educación ya no para algunos sino que para todos. La alfabetización se transformó en un desafío para los países del tercer mundo, y la educación comenzó su camino hasta transformarse en obligatoria. Chile salía del analfabetismo y con ello parecía hacerse grande, un país que educa a su población es un país que crece y eso era lo que Chile quería.

Y con ello comenzaron las corrientes educativas que miraban al sujeto de la educación, es decir, el o la estudiante, de modo más respetuoso, considerándolo el centro de la escena escolar y por ende poniendo en perspectiva sus necesidades y sobre todo las formas en que podría aprender.

Se tornó muy importante la mirada de la psicología acerca de las etapas del desarrollo cognitivo de niños y adolescentes a fin de organizar los saberes del modo más adecuado, respetando cierta secuencialidad acorde al desarrollo cognitivo del sujeto y bajo las metodologías más pertinentes.

Pero además de este cambio de perspectiva, lo más importante es que cambió la concepción del educar, ya no sería más el prohibir la consigna que prevaleciera, muy por el contrario, generar capacidad crítica para autogestionar la información, seleccionar, discriminar y valorar los saberes es de aquellas competencias que hoy en día se intenta desarrollar, pues ante la superabundancia de información a la que niños y jóvenes se encuentran expuestos, prohibir ya no tiene sentido, autocontrol es la consigna que se  ha querido instalar, y si bien es un proceso largo, el ejercicio de reflexión crítica es una forma empezar a pensar en libertad para decidir informadamente.


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