«Meg tenía dieciséis años, era rubia, regordeta, ojos grandes, pelo castaño claro, manos blancas, las que eran su orgullo. Jo, muy alta, esbelta, morena, quince años, ojos grises, nariz respingada. Su cabello largo y hermoso lo llevaba recogido. Vestía con abandono y tenía la dureza de una muchacha que a pesar suyo se convertía en mujer.
Elizabeth o Beth, tenía trece años, pelo liso, ojos claros, con ademanes tímidos. Su padre le decía «pequeña tranquilidad», pues tenía una expresión llena de paz y casi nunca se equivocaba.
Amy era la más joven. Tenía los ojos azules, pelo rubio, tez muy blanca, pálida, delicada y cuidaba mucho de sus ademanes».
Esa es la descripción que hace la escritora estadounidense Louise May Alcott de los personajes centrales de su novela «Mujercitas«. Con el fin de mantener a su familia, a menudo sumida en la pobreza, también escribió relatos de misterios que se publicaron con seudónimo en varias revistas. Su producción literaria consiste en unos 300 títulos de diversos géneros, pero sus obras más famosas son Mujercitas (1868-1869), novela autobiográfica que trata de su infancia y sus secuelas, Hombrecitos (1871) y Los muchachos de Jo (1886), se consideran clásicos. El interés por esta novela y el trabajo de su autora comenzó recién en 1933 con la hermosa versión cinematográfica de este mismo libro, interpretada por Katherine Helpburn.
La riqueza del relato se encuentra principalmente en el valor moral que la obra representa para adolescentes y jóvenes sin dejar de lado la incertidumbre en que muchas veces sus personajes se encuentran sumidos por no saber qué es lo que realmente corresponde hacer, finalmente siempre se ve privilegiada la bondad, la hermandad, el cariño y la solidaridad. Por otro lado es una buena fotografía de cómo enfrentó la clase media, la guerra civil o Guerra de Secesión de Norteamérica (1861-1865) viéndose empobrecida e impactada por tener que dejar partir a miembros de su familia al frente.
«-Mamá propuso no hiciéramos regalos; dice que mientras los hombres padecen en la guerra no podemos dilapidar el dinero en cosas superfluas«.
Paralelamente a esta experiencia del empobrecimiento, también está la mirada sobre la miseria que viven otros y frente a lo cual resulta necesario comprometerse de modo activo tal cómo muestra este fragmento:
«Al llegar vieron un cuarto desmantelado, sin fuego, ventanas rotas, sábanas andrajosas, una guagua que lloraba y unos niños tratando de calentarse debajo de un colchón viejo, quienes sonrieron al ver a las muchachas. Hannah encendió fuego. La señora March vestía a la guagua mientras las chicas disponían a los niños cerca del fuego y les daban comida tratando de entenderles su cómico inglés«.
De este modo la novela nos permite penetrar la intimidad de esta familia, y con ello las emociones y deseos de 4 mujercitas muy distintas entre sí, que van labrando su destino tomando distintas opciones de vida pues al parecer eso es crecer, intentando hacerse felices a sí mismas y a quienes más valoran.