A través de dicha práctica se relaciona con el medio, establece vínculos con otros y dirige su desarrollo. En esta etapa de juego y exploración, el juego es el principal capital con que cuentan los docentes para elaborar sus propuestas didácticas.
Desde la edad más temprana, el infante moviliza sus impulsos motivado por estímulos del entorno. Es en ese camino que el niño descubre el divertimento que constituyen las distintas ejercitaciones que emprende. Este es un quehacer perfecto que tiene sentido en sí mismo sin ser para nada productivo, sin embargo no hay nada que el niño sepa hacer de mejor forma que jugar, para ello tiene todas las respuestas imaginables y también las inimaginables. En las lides del juego el niño encuentra respuesta a todas sus motivaciones. Nada puede aprender de mejor forma que a través de la ejercitación lúdica de sus recursos innatos, por lo cual sería fundamental que todo proceso de enseñanza aprendizaje fuera dirigido a través del juego, según el rango etario correspondiente.
Niños y niñas acuden a la escuela por un mandato y porque esta amplía sus posibilidades de socializar con pares y por ende, jugar. Pero el niño ignora y no concibe necesario el aprendizaje que fundamenta el quehacer didáctico, el juego implícito en el aprendizaje es finalmente lo que resultará cautivante.
Aprender a escribir requiere de un grado de disciplina bastante elevado para niños pequeños, son varias las normas a seguir y pocos los espacios de expresión en dicha labor. Pero como la escritura es una meta dentro del programa, la educación tradicional propone métodos estrictos para su consecución.
Promover y canalizar procesos de escritura en niños puede ser una actividad entretenida si las herramientas didácticas son puestas al servicio no sólo de los contenidos sino que también de la entretención de los individuos que enfrentan tan importante proceso. En este camino el o la docente se transforma en un líder que no sólo guía sino que otorga y revela sentido vivencial al quehacer didáctico.
Un aspecto para tener en cuenta al iniciar procesos de producción de textos con infantes, es el considerar que ellos se encuentran más cerca del sentir y decir que del pensar y escribir, por lo que resultaría fundamental que los facilitadores del proceso consideren la experiencia infantil como el principal material de trabajo. Que el niño comprenda la relación existente entre aquello que dice, nombra o expresa, y la plasmación gráfica de esto, es lo que constituye el eje de comprensión del porqué y para qué escribir. Si el niño descubre tempranamente el sentido de la escritura como una nueva forma de expresión, será capaz de liderar sus propios procesos escriturales, incorporando paulatinamente normas de sintaxis y ortografía, pues serán herramientas colaborativas en el proceso de la expresión escrita.
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