El descubrimiento o actualmente llamado, encuentro de estas civilizaciones está vinculado a la expansión y desarrollo tecnológico, económico y social del mundo europeo, y con ello la extensión y modificación de las rutas comerciales hasta entonces conocidas. Las extendió fuera de los mares Báltico, del Norte y Mediterráneo, donde se concentraba el comercio europeo, y modifico estas rutas ahora, orientadas hacia el nuevo continente, sin abandonar la importante línea descubierta por los portugueses circunscribiendo el África en viaje al Oriente.
Estas nuevas rutas estaban vinculadas, al lucrativo comercio de especies orientales, como el clavo de olor, la pimienta, el azafrán, etc., lo mismo que el azúcar. Estos productos alcanzaron a ser de consumo corriente entre, los europeos por diversas razones: la falta de pastos de invierno que exigía a conservar la carne y otros alimentos un tiempo más que moderado y condimentarlos con fuertes aderezos; la ausencia de higiene en los habitantes de todas las clases sociales; las nuevas normas de salubridad en los focos urbanos que se paliaban mediante perfumes penetrantes; el refinamiento en el gusto que se despertó después del periodo llamado la Edad Media; y a raíz del intenso contacto con otras gastronomías como son la árabe. Sin embargo el negocio no radicaba sólo en la importación a Europa más o menos monopolizada, sino en su redistribución por el Viejo Continente, que enriqueció a muchos hombres de negocios. Las ganancias obtenidas sobre los productos coloniales incitaron a los países marítimos a intentar acceder directamente a las Indias Occidentales y Orientales.
Esta búsqueda se intensifico, desde el siglo XVI, especialmente después de la penetración a las Américas, por dos razones primordiales. La una, el hallazgo oro y plata en cantidades cada vez más crecientes, lo que desplazó el interés suscitado en un principio por las plantas aromáticas sustitutivas localizadas en las culturas al Oriente de Europa, y por la que prontamente el monopolio especiero cayó en manes de los portugueses, en virtud de la división del mundo entre las dos coronas peninsulares, hecha por el papa Alejandro IV en su célebre bula, división que los supieron aprovechar en su favor. Aunque el mercado de los minerales preciosos en algunas etapas dejo de la lado la búsqueda y explotación de las especies orientales, estas siempre mantuvieron una importancia en las economías europeas.
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