Uno de los desafíos de la sociedad hiper tecnologizada es que el sujeto no se transforme en un ser aislado y siga manteniendo la comunicación con su entorno. Todos sabemos lo importante y necesario que resulta comunicarnos y por eso nos esforzamos por mantener el contacto. Por lo general hablamos para comunicarnos, pero olvidamos que el 70% de la comunicación radica en elementos no verbales, y sólo un 30% está constituido por palabras. Muchas veces creemos que por hablar mucho nos estamos comunicando mucho, y al revés, por que hablar poco, estaríamos expresándonos poco.
Claro que las palabras expresan y mucho, pero estas pueden decir mucho más si las acompañamos de nuestros gestos, actitudes y movimiento del cuerpo. Existen infinitas formas de comunicar y la palabra es sólo una de ellas, cada parte de nuestro cuerpo está hecho para la expresión, basta un cerrar de ojos para que la comunicación se establezca. Una mano alzada o un severo movimiento de cabeza y ya estamos expresándonos, incluso cuando no hacemos nada, no emitimos ningún gesto, ese mismo hieratismo estaría expresando algo… la nada por ejemplo… un concepto tan abstracto para la mente humana.
Una de las formas más bellas de expresión del ser humano es la expresión corporal logrando conectarnos con nuestra interioridad, nuestra condición de seres emotivos por naturaleza que movidos por sutiles estímulos vamos siguiendo la narración del cuerpo puesto en movimiento, en armonía con el cosmos, dialogando con la creación.
El cuerpo expresa todo cuento que se le ocurre: la respiración se acelera producto del cansancio, el cuerpo se mueve lento a raíz de la pereza, se contrae ante el dolor, tirita ante el frío, suda ante el calor. El cuerpo suspira ante el amor, se expande ante la alegría, se esconde frente al miedo, se acerca cuando siente ternura y se aleja ante el desagrado.
Somos seres comunicantes que vivimos en una constante interacción que nos recuerda que nuestra humanidad es frágil y perfecta. Aunque muchas veces queramos pasar desapercibidos, debemos saber que expresar es inevitable y al comportarnos así lo que estamos comunicando es justamente que no queremos ser vistos.
Los artistas del movimiento estudian prolijamente frente a un espejo todos sus gestos para tener el control de cada mínimo gesto para cuidar la expresión precisa de lo que se busca. De ello depende la recepción que haga el público de la obra. Es necesario saber que cuando un personaje debe expresar dicha, esa dicha deberá apropiarse de todo el cuerpo. No es cosa de que el rostro sonría y las manos se alcen, tiene que lograrse armonía y cohesión, el cuerpo debe ser un todo, el cuerpo debe expresar la emoción determinada desde la cabeza a los pies sin que nada quede lejos del compromiso emocional que él o la intérprete.