Gracias a la microscopía, hoy sabemos que todos los organismos están formados por células, pero para haber concluido y afirmado empíricamente esta aseveración, los científicos debieron desarrollar instrumentos viables para generar tal conocimiento. Este desarrollo comenzó en los albores de siglo XVI. Para ver las células se necesitó la invención de un instrumento que fuera capaz de distinguir detalles finos y precisos de una muestra, objeto o tejido, con un mayor poder de ampliación y resolución que el del ojo humano, denominado Microscopio.
Aunque inicialmente usaban luz natural y lentes de cristal para proporcionar el aumento, tal cual lo hace una lupa, se utilizaron para explorar con mayor perfección la unidad básica de la vida, la célula.
Con el tiempo se han desarrollado otros tipos de microscopios más avanzados, con un mayor poder de resolución, tales como el Microscopio electrónico de transmisión (MET) y el Microscopio electrónico de barrido (MEB), los cuales han mejorado el estudio de la estructura subcelular, con aumentos 1000 veces mayores que el microscopio óptico, hasta llegar a observar tridimensionalmente el contenido celular.
Aunque de adjudicación discutible, la invención del microscopio data del siglo XVI. Janssen, Malpighi, Galileo, Hooke y Leeuwenhoek son algunos nombres que son señalados como los posibles «padres del invento». Más interesante aún que conocer al autor del invento resulta saber qué logró ver y cómo era el instrumento construido en ese entonces.