Escribir para expresar puede ser una de los grandes soportes del eje de escritura por tanto representa la posibilidad de que nuestro estudiante desarrolle motivacionalmente una destreza que en la sociedad actual pareciera menos necesaria que antaño. No saber escribir es algo extraño de ver en la sociedad actual por la creciente ampliación de la educación básica obligatoria que enfrentó nuestro país a partir de la promulgación de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria en 1920 bajo el gobierno de Salvador Sanfuentes y que aseguraba el suministro desde 1° a 6° grado bajo el coste del Estado. Por tanto, ya llegado 2012, es muy probable que casi la totalidad de la población haya nacido bajo el régimen de dicha ley. Sin embargo una cosa es tener noción del código escrito, y otra es tener la capacidad de generar un tejido textual coherente que efectivamente exprese ideas, conceptos, emociones, o un relato.
Tengamos en cuenta que el niño incorpora el lenguaje como una necesidad de supervivencia y socialización, por ello el lenguaje oral le es natural pues está alineado con sus necesidades primordiales. Al mismo tiempo las demandas de la sociedad industrial nos exige incorporar la lectura como una destreza fundamental ya que de lo contrario, nos quedamos al margen de una serie de actividades que resultan básicas a la hora de participar de la vida urbana impidiéndosenos incluso el poder desenvolvernos en forma autónoma o participar de las redes propias de la vida actual.
No es el caso de la escritura que aparece del todo artificial y aprendida por tanto se instala inicialmente como recurso complementario de la lectura, pero que no adquiere real significancia hasta avanzada la educación general básica en que se nos adiestra en el dibujo del código más que en la comprensión de ello. Sin embargo al repensar el tema de la escritura y observar qué tan asiduos son los estudiantes de enseñanza media desarrollando procesos escriturales nos damos cuenta, sin lugar a dudas, que existe un problema nuclear que tiene que ver con el real sentido que puede tener el expresarse en forma escrita, descubrir sus especificidades, su sonoridad, vincularse con el potencial receptor del texto escrito y generar una comunicación particular con este, sea cual fuere su definición.
También es común descubrir que muchos de nuestros estudiantes no logran diferenciar la especificidad del lenguaje escrito y oral, por tanto escriben como hablan sin diferenciar que son funciones absolutamente distintas.
Para ello propongo utilizar la escritura expresiva permitiéndole a nuestro estudiante canalizar emociones y pensamientos de modo libre, a fin de que este se vincule de un modo más activo con los procesos escriturales, a la par de que experimenta la lectura y disfruta de ella. Es la conjunción de ambas funciones lo que podría ir generando una plataforma de acción desde la cual el pensamiento pudiera operar produciendo textos escritos como una función específica distinta a la del leguaje hablado que más tiene de performance que se proceso de selección intelectiva.
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