En América, este nuevo movimiento cultural significó más que una escuela una época donde hubo un «gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza», según las palabras del poeta español Juan Ramón Jiménez.
La madurez económica y política que alcanzaron los países hispanoamericanos a fines del siglo XIX permitió el abandono de la vieja imagen romántica del literato político, representado por Sarmiento, Montalvo, Arboleda y en otro plano José Martí.
El nuevo escritor es exclusivamente un artista y puede dedicarse a la búsqueda de la belleza. El nuevo escritor, generalmente, procede de familias acomodadas, pero rechaza el mundo de fantasía que estas clases sociales viven, prefiere huir de la sociedad, aunque a veces por vías poco adecuadas (suicidios, alcohol y drogas).
Dentro de este nuevo escenario, era lógico que los valores literarios adquirieran signos nuevos. La literatura hispanoamericana se nutre de dos fuentes principales, ambas francesas, el parnasianismo y el simbolismo. Con el primero, se acoge toda la influencia de Baudelaire y el ensalzamiento de los temas morbosos y, sobre todo, la obsesión por la belleza exótica.
El simbolismo había pretendido con Mallarmé expresar la idea pura de la belleza, a través de la complicidad de imágenes dispares, cuya enunciación recreaba en el lector la figura requerida.
De los parnasianos y simbolistas procede también la actitud de desesperación vital, de angustia y de tedio. Y las corrientes filosóficas del momento son apropiadas para ello: quiebran la antigua confianza en el positivismo, el que es reemplazado por la moral del superhombre predicada por Nieztsche. Es la época del irracionalismo vitalista, de las luchas contra las trabas que el cristianismo impone al libre desarrollo del ser humano. Pero, también se siente, por otro lado, la estremecida, casi mítica necesidad de Dios (Unamuno, León Bloy).
Surrealismo y Existencialismo
El surrealismo se extinguió como movimiento artístico en la década de 1930. Sin embargo, sus planteamientos ideológicos orientados en contra de las teorías tradicionales sobre estética, ética y política y en favor de nuevos símbolos y mitos alejados del racionalismo, continuaron ejerciendo su influencia a través de todo el siglo XX.
El existencialismo moderno surgió en la Europa desgarrada por las luchas entre intereses encontrados, donde el hombre se sentía amenazado en su individualidad, en su realidad concreta. De ahí su énfasis en la fundamental soledad del individuo, en la posibilidad de encontrar la verdad por medio de una decisión intelectual, y en el carácter irremediablemente personal y subjetivo de la vida humana.
Se denomina existencialismo a una serie de doctrinas filosóficas que, aunque suelen diferir radicalmente en muchos puntos, coinciden en considerar que es la existencia del ser humano, el ser libre, la que define su esencia, en lugar de ser su esencia humana la que determina su existencia.
Los nuevos literatos
Los poetas y prosistas americanos del siglo XX fueron renovadores de la lengua literaria americana: desterraron el lenguaje grave y afectado de la prosa romántica, sustituyeron el adjetivo tipificador por el adjetivo colorista y sugerente, depuraron el idioma, lo hicieron directo y hablado, incluso en medio de las más rebuscadas exquisiteces.
Los magníficos sesenta
Las circunstancias políticas, sociales y económicas que vivían en la década de los 60, estimularon al máximo la creatividad humana y, en el campo de la literatura, la producción de grandes obras marcó un hito.
El fenómeno García Márquez fue el símbolo y en torno a él, los profesionales de la narrativa continental obtuvieron reconocimiento mundial.
Circunstancias motivadoras
Varias fueron las circunstancias que impulsaron el desarrollo de las letras latinoamericanas en la década de los 60.
En primer lugar, el surgimiento de autores talentosos. En segundo, el ascenso de un público lector constituido por intelectuales de clase media.
En tercer lugar, la decadencia en que se encontraba la literatura de grandes metrópolis, desde donde habían provenido siempre las mejores obras.
En cuarto término, la preocupación mundial por el desarrollo del Tercer Mundo, muy particularmente de América Latina, y el proceso cubano. Todo esto, manejado en forma talentosa por los equipos publicitarios de las casas editoriales y los agentes de escritores, resultó en un «boom» por las obras continentales en lengua española.
Fenómenos del boom
Aunque la figura central del boom es García Márquez y su obra Cien años de de soledad, publicada en 1967, hay muchos autores y obras anteriores a esa fecha, que se han vinculado a este fenómeno. El cubano Alejo Carpentier, por ejemplo, o el argentino Julio Cortázar, ya estaban consagrados como escritores.
Sin embargo, no habían sido «masificados», fenómeno que sólo ocurrió a partir de los 60. Juan Rulfo, de México; José María Arguedas, de Perú; Guillermo Cabrera Infante y José Lezama Lima, de Cuba; Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, de Argentina; y Juan Carlos Onetti, de Uruguay, entran en la renovación temática y estilística de nuestra literatura.
En Chile, no podemos dejar de nombrar a Manuel Rojas, cuya obra cumbre, Hijo de Ladrón, expresa de modo magistral, los principales motivos de la literatura contemporánea: la marginación social, la angustia existencial, la incomunicación y la impersonalidad de la sociedad contemporánea.
Mario Vargas Llosa
Este escritor peruano es otro de los gigantes de la literatura hispanoamericana contemporánea. Nacido en 1936, publicó sus primeros relatos en 1959, pero su primera novela La ciudad y los perros apareció en 1963, convirtiéndose de inmediato en un éxito literario.
Al igual que las siguientes obras escritas en esta década, Vargas Llosa (en la imagen) utilizó sus propias experiencias y la realidad socio-política peruana, en el tratamiento de sus escritos.
Conversación en la Catedral, una de sus principales novelas, muestra, a través de la historia de sus protagonista, un periodista frustrado, los problemas sociales y las luchas políticas en Perú de las décadas 50 y 60.
El sentido del humor y la aguda ironía de la pluma de Vargas Llosa, se unen al uso impecable del lenguaje y su capacidad para manejar distintos planos y perspectivas en una misma obra, lo que convierte a sus novelas en libros que el lector disfruta en desentreñar.
¿Escritores o políticos?
El emergente movimiento literario de América Latina se comprometió mayoritariamente, con las causas libertarias, democráticas y anti dictatoriales.
Esta posición debe valorarse a la luz de las circunstancias imperantes en el continente durante esa época: en la mayoría de las naciones existían gobiernos de facto con un no disimulado apoyo de Estados Unidos.
Aunque los pueblos americanos tenían en ese momento líderes políticos los escritores del boom se constituyeron en los líderes intelectuales.