Rodeado de un amplio jardín que aún conserva muestras de horticultura europea, entre las calles Dieciocho y San Ignacio, se encuentra el imponente Palacio Cousiño, que fuera en otro tiempo residencia de la familia Cousiño Goyenechea.
Dueños de las minas de carbón de Lota, de plata de Chañarcillo y de la Vina Cousiño Macul, esta acaudalada familia encargó la construcción del palacio al arquitecto francés Paul Lathoud.
Los trabajos se iniciaron en 1875 y terminaron en 1878, cuando la arquitectura nacional entraba en una época denominada por los historiadores como de “fin de siglo”, en la cual el barroco cedía el paso al llamado “art nouveaux”.
Su costo fue de dos millones de pesos oro de 48 peniques.
La cabeza de la familia, Luis Cousiño, falleció antes de la construcción del palacio, pero su esposa, Isidora Goyenechea, se encargó de alhajarlo.
Intervinieron reputados artistas, entre los que se cuentan los pintores George Clairin, quien dejó óleos y murales de gran envergadura y colorido. También el famoso francés Raymond Quinsac de Monvoisan.
En este lugar, además intervino el chileno Pedro Lira, Francois Lafen, Fermín de Girard, Javier de Cock, Carlos Pittara, Enrique Swinburn, entre otros.
Remate del Palacio Cousiño
Hasta 1938 el palacio fue habitado por miembros de la familia Cousiño. En 1940 fue sacado a remate con todas sus pertenencias.
Se alcanzó a realizar la primera vuelta de la subasta, pero a esa altura el alcalde de Santiago, Pacheco Sty, logró un acuerdo con la familia.
Esta prácticamente donó el inmueble a la ciudad por la suma de tres millones de pesos en bonos, para que sirviera de alojamiento a los visitantes ilustres que vendrían a la capital con motivo de su cuarto centenario.
Desde esa fecha ha estado en poder del Municipio de Santiago y ha servido también para ofrecer recepciones oficiales.
Adolfo López Mateos, Presidente de México; Charles de Gaulle, de Francia; el rey Balduino, de Bélgica, y los duques de Windsor son algunos de los grandes personajes que se han hospedado allí.
La larga lista de autoridades que lo habitaron o visitaron fue interrumpida en 1969, a raíz de un incendio que afectó el segundo piso, y que impidió que por esa fecha la reina Isabel II de Inglaterra, en visita oficial, alojara en él. La reina debió alojarse en un hotel céntrico.
Historia del museo Cousiño
La majestuosidad del edificio y su lujosa decoración inspiraron a las autoridades a transformar el palacio en un museo, en el que el público puede disfrutar con su belleza y conocer el esplendor de la época dorada de la aristocracia chilena.
El palacio está formado por numerosas dependencias, entre las que se cuenta el vestíbulo, el comedor de diario, el salón dorado, las salas de recibo, cancillería, música, té, juego, gran comedor, armas, billar denominada Sala Monvoisin, el invernadero y el gran hall central, todos en el primer piso.
A través de una escalera principal se llega al segundo piso, donde se encuentran 14 habitaciones que corresponden a los dormitorios y sus respectivas salitas. Este piso fue afectado por el incendio ocurrido en 1969. Posteriormente fue refaccionado con maderas y muebles de la época.
De los muebles que originalmente había en el segundo piso sólo se conserva un juego de dormitorio que perteneció a uno de los hijos de la familia Cousiño.
En 1977 este Palacio se abrió por primera vez al público como museo. Sin embargo, en 1981 se declaró Monumento Nacional.
Decoración del Palacio
Todas las salas del palacio aparecen decoradas con finas sedas, felpas, brocados de seda, cueros de Córdoba y otras telas delicadas que los Cousiño importaron para la mansión. Monogramas de la familia, especialmente de Isidora Cousiño, se aprecian en muebles, cenefas y pisos.
Bronces y estatuas de hechura notable y hermosas porcelanas de Sévres y Limoges adornan la residencia. Se destaca en el comedor un Capo di Monti que perteneció al emperador Napoleón y que fue rematado junto con otros objetos de Las Tullerías.
No pueden dejar de admirarse las tallas en maderas preciosas de cariátides (estatuas de hombre o de mujer que suelen colocarse para sostener una cornisa). Tampoco las valiosas colecciones de armas antiguas y algunos motivos chinos en bronce, madera, marfil, concha de perla, nácar y ébano.
Las chimeneas son de mármoles en todos los colores y todas están decoradas con bronces.
También hay alabastros en distintas partes de la mansión. La mayoría de las lámparas son originales de cristal de Baccarat.
No se escatimaron gastos para alhajar el palacio. Las alfombras son todas importadas y algunas persas legítimas.
Los muebles elegidos por la familia, y que aún se conservan en el museo, van desde el auténtico “Boulle” hasta el Luis XV, pasando por Luis XVI, el Imperio y el Renacimiento francés.
Otro detalle digno de destacar, es el parquet confeccionado de maderas preciosas como el ébano, palo de rosa y caoba.