El 25 de diciembre se celebra la Navidad, una época de felicidad, amistad y cercanía familiar para muchos. Pero también es una época que nos lleva a una reflexión: ¿Por qué hacemos regalos de Navidad?
Para responder a esta interrogante, debemos remontarnos hacia el pasado. Es allí donde descubrimos que la costumbre de hacernos regalos en esta fecha viene desde bastante antes de que naciera Jesús.
Por qué nos hacemos regalos de Navidad
Los romanos celebraban una fiesta que duraba una semana, las Saturnales, que correspondía al antiguo solsticio de invierno, entre el 17 y el 24 de diciembre. (Recuerda que mientras nosotros estamos en verano, en Europa están en pleno invierno).
Durante el reinado de Rómulo, en el año 744 antes de Cristo, éste regaló a Tácito durante las Saturnales unos ramos cortados de un árbol frutal del bosque de la diosa Strenia. Este regalo lo recibió Tácito como un indicio de buen augurio para el año, y así quedó establecida la costumbre, a la sombra de aquella deidad pagana.
Después del nacimiento de Cristo, la Iglesia cristiana trató de combatir estas creencias, introduciendo sus propios santos. Algunos de ellos, que se caracterizaron por su generosidad en los regalos, fueron Santa Catalina, en Cataluña, y Santa Bárbara, en Austria.
El más famoso de estos santos fue San Nicolás, que en la vida real fue obispo de Mira, Asia Menor, en el siglo IV y que rápidamente se convirtió en el patrono de todos los niños en Europa del Norte. Su fiesta se celebra el 6 de diciembre, y es el verdadero papá del actual Viejo Pascuero.
Origen de los regalos
El dar y recibir regalos en esta fecha significa para el mundo católico la sumisión de la Humanidad ante Jesús, simbolizada por los Reyes Magos.
En la mayoría de los países en que esta fiesta se conmemora, el sentido original se ha ampliando y, con los regalos, se pretende simbolizar también el amor de cada uno de nosotros hacia los demás, parientes, amigos y también enemigos, ya que es un día especial, en que se supone dejamos de lado nuestras enemistades y odios, para entregar nuestros mejores sentimientos.
Los países que, desgraciadamente, se encontraban en guerra en esta época del año, acostumbran celebrar una «tregua», es decir, un periodo de tiempo sin pelear, como una forma de sumarse a esta celebración.