El Combate Naval de Iquique y la gesta heroica de Arturo Prat Chacón que desafió la muerte antes que rendirse al enemigo, se convirtieron en un ejemplo de valentía para todos los marinos del mundo.
Diversas instituciones y organismos nacionales -especialmente la Armada de Chile- dedican el mes de mayo a conmemorar la hazaña de Prat.
Infancia de Arturo Prat
El 4 de abril del año 1848, en la hacienda San Agustín de Puñual, cerca de Ninhue, en ese entonces provincia de Maule, nació Arturo Prat Chacón. Allí transcurrió su primer año en compañía de Pedro Agustín y Rosario, sus padres, y cinco hermanos: Rodolfo, Ricardo, Atala, Rosa y Escilda.
Un año más tarde la familia emigró a Santiago en busca de mejores horizontes. Atrás quedaba la tranquilidad del campo en aras de un mayor bienestar.
El padre estableció un negocio en pleno centro de la capital. Cuando todo era promisorio un incendio destruyó la tienda y don Agustín Prat Barril perdió gran parte de sus bienes.
Tiempos difíciles
La adversidad golpeó nuevamente a los Prat Chacón al quedar inválido el jefe de la familia. María de la Luz del Rosario Chacón Barrios mostró una fortaleza que la hizo ser el sostén de ese hogar, desempeñándose como maestra, sin descuidar a los que de ella dependían.
El niño regalón y enfermizo, que entonces era Arturo, fue testigo de la lucha de su madre y ese ejemplo sirvió para templar su espíritu y darle el coraje que necesitaría más adelante.
Los primeros años de escuela los realizó en Santiago bajo la atenta mirada de Rosario. El número de hijos y la escasez de recursos daba a ese hogar un ambiente de austeridad que se atenuaba por el gran cariño existente.
Ante la precaria situación que enfrentaba la familia Prat Chacón, don Jacinto Chacón, exitoso abogado residente en Valparaíso, tío materno de Arturo, aconsejó la conveniencia de que se trasladaran al puerto a fin de otorgarles una ayuda más pronta y eficaz.
En el hogar de Jacinto y su esposa, la viuda Rosario de Castañeda, el niño conoció al hijo de ésta: Luis Uribe, con quien lo uniría una gran amistad. Ambos muchachos se sentían atraídos por la vida de marino y con la aprobación de Jacinto Chacón postularon a la Escuela Naval.
Este primer curso de la institución estaría formado por sólo veintiséis cadetes, escogidos por concurso. Arturo y Luis reunían méritos más que suficientes y estuvieron entre los privilegiados.
La tripulación
Nadie imaginó que ese puñado de niños, entre diez y doce años, que ingresaba a la Marina en 1858 sería una generación brillante que quedaría inscrita para siempre en la Historia de Chile: Carlos Condell, Juan José Latorre, Jorge Montt, Luis Uribe y Arturo Prat, eran algunos de ellos.
Adolescentes, casi niños, dejaban sus hogares para ingresar a una vida de rigor y sacrificio, impelidos por su amor al mar.
Tres años permaneció el grupo en la Escuela, sometido a una rigurosa disciplina que haría de ellos hombres capaces de enfrentar los más duros desafíos.
El primer contacto del niño Prat con la Esmeralda fue durante su segundo año en la institución, en que se le asignó como aspirante a guardiamarina en la corbeta. Allí desempeñó diversas labores propias de su entrenamiento, recorriendo la cubierta o trepando a los palos.
Arturo se familiarizaba con las actividades marineras, sin imaginar que su nombre estaría para siempre unido al de la nave en la que se formaba y que, en su honor, el mes de mayo sería históricamente llamado: el mes del mar.
Los inicios del joven Arturo Prat
En 1864 obtuvo el grado de guardiamarina y se inició en la acción guerrera en 1865, durante la guerra entre Chile y España. Era entonces tripulante de la Esmeralda, a la sazón comandada por Juan Williams Rebolledo.
La nave chilena se enfrentó con éxito a la goleta española Covadonga en las proximidades de la playa de Papudo. El desempeño del guardiamarina Prat, en el curso del combate, fue brillante y significó su ascenso a teniente segundo.
En los años siguientes fue destinado a otras naves y en 1868 cumplió una misión especial, llevando víveres y auxilio a las víctimas de un terremoto en Perú. Posteriormente, se le encomendó repatriar los restos del Libertador Bernardo O’higgins, desde el país del norte.
Vida universitaria
Aunque aparentemente su vida estaba encauzada y era un distinguido oficial de la Marina chilena, Arturo Prat no se sentía satisfecho y decidió concluir sus estudios de humanidades e ingresar a la universidad. La carrera elegida era Derecho.
Entretanto, su trayectoria como oficial de la Armada seguía su curso y fue nombrado segundo comandante del vapor «Arauco». Fueron años de ardua labor, por una parte los estudios de leyes y, por otra, su actividad como oficial y docente de la Escuela Naval. Los pocos momentos de descanso los destinaba a estudiar las complicadas materias universitarias.
Comenzaba el año 1873 y Prat fue ascendido a capitán de Corbeta graduado, apenas cumplido un tiempo prudente en el cargo, sus superiores le dieron la posibilidad de escalar un paso más en su carrera: fue capitán de Corbeta efectivo.
El quehacer marino no lo alejaba de sus estudios, no olvidando tampoco a su madre y a sus hermanos, para los que siempre tenía un momento. Junto a los suyos encontraba el tiempo para realizar reparaciones, pintar pequeños cuadros y tocar el piano.
Por el cargo que desempeñaba en la Armada sus estudios de Derecho no fueron hechos en forma regular y su asistencia a clases fue mínima. Solicitaba permiso solamente para dar sus exámenes, pero en la soledad de su camarote estudiaba largas horas en pos del dominio de los códigos.
Matrimonio de Prat
Uno de los rasgos que más caracterizó a Arturo Prat en su vida matrimonial fue el enorme cariño que sentía por Carmela Carvajal. Siempre que tuvo que cumplir misiones fuera de Santiago, donde había constituido su hogar, se dio el tiempo necesario para enviarle cartas.
Con gran orgullo, Prat guardaba entre sus papeles un retrato de Carmela. En el respaldo había anotado: «La tengo desde febrero de 1869!». Esta imagen lo consolaba durante sus prolongadas ausencias y le daba ánimo para cumplir sus labores.
Los seis años que duró el matrimonio estuvieron matizados por estas obligadas separaciones que exigía el cumplimiento del deber. Sin embargo, siempre mantuvo contacto epistolar. Incluso, el día 20 de mayo, en la noche, escribió una carta a su esposa la cual guardó en uno de los bolsillos de su guerrera.
La nota no la alcanzó a despechar. Fue recuperada después de su muerte por la oficialidad peruana. El propio almirante Grau, tiempo después, hizo llegar a la viuda el texto de la misiva.