Los cambios producidos en el mundo durante los siglos XVIII y XIX afectaron las estructuras sociales. Los antiguos estamentos sociales, establecidos más que nada por la actividad de cada ciudadano, fueron reemplazados por las clases sociales basadas en los ingresos de las personas. Así nace la denominada cuestión social.
Aunque a partir de la Revolución Francesa (1789) se estableció la igualdad ante la ley, las diferencias económicas y culturales de las clases no desaparecieron.
La aristocracia terrateniente siguió gozando de prestigio social, pero perdió el poder económico y político en beneficio de la burguesía.
Este grupo estaba integrado por los dueños del dinero (banqueros, industriales у comerciantes), y también de los profesionales, cuya importancia aumentó a medida que se desarrollaron la ciencia y la tecnología.
El crecimiento de las sociedades urbanas dio origen, por un lado, a los empleados de servicios públicos y privados, ocupados en tareas no productivas y que fueron denominados burócratas.
Por otro, al proletariado, compuesto por quienes vendían su fuerza de trabajo en los centros productivos.
Unos y otros vivían en forma desmejorada como consecuencia de la incapacidad para responder a la explosión demográfica sin precedente, por lo que se hizo imperioso enfrentar la injusticia social.
La cuestión social: Burguesía y Proletariado
El capitalismo, doctrina de la burguesía para explicar el valor y el método de proteger y reproducir el capital, sostenía el sistema liberal según el cual la economía se equilibra sola, de acuerdo a las leyes de oferta y demanda.
El proletariado, por su parte, veía en la burguesía el origen de sus males. Reclamaba, así, el que los bienes de producción fueran traspasados al Estado o a manos de los trabajadores.
En torno a esta proposición se creó toda una corriente de opinión, canalizada fundamentalmente por el pensador alemán Carlos Marx (Karl Marx). Este filósofo e intelectual es considerado el padre del socialismo científico.
Fue él, junto a su amigo Federico Engels, quien en 1848 escribió el Manifiesto Comunista, llamando al proletariado mundial a unirse en contra de la burguesía.
Pero no sólo a los socialistas les preocupaba el problema de la justicia social. También la Iglesia fue sensible a este problema y postuló que la solución debía encontrarse en el amor y la responsabilidad de cada cual frente al prójimo y a la sociedad.
En 1891, el mismo año en que en Chile se suicidaba el Presidente Balmaceda, el Papa León XII publicó la encíclica Rerum Novarum, en la que, a través de un llamado a las conciencias, habla de la urgencia de solucionar la injusticia social.
Doctrinas y adeptos
Una y otra doctrina ganaron adeptos, pero fue la organización de los trabajadores en sindicatos y el empleo de la huelga como arma de presión social, lo que fructificó en un mejoramiento de las condiciones laborales y de vida.
La cuestión social también gravitó en la historia chilena de principios del siglo XX. Por una serie de razones, en 1910 hay una toma de conciencia por parte de los intelectuales y grupos políticos, del mismo gobierno, de esta situación que se arrastraba desde antes.
Tal percepción deriva de grupos ajenos al problema mismo, pero es llevada por estos a discusión pública.