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1. Santo Toribio de Mogrovejo

Cursó estudios de humanidades e inició estudios de derecho en Valladolid.

En 1562 se traslada a Salamanca donde permanece en diferentes épocas, hasta 1573 graduándose en este tiempo en teología.
Entre los años 1564 y 1566 se traslada a Coimbra (Portugal) llamado por su tío Juan de Mogrovejo, profesor de aquella universidad. Entre ambos preparan para la imprenta las lecciones de Don Juan de las que se conservan 451 folios de escritura manuscrita de Santo Toribio.

En 1568 peregrina a Santiago de Compostela, donde obtuvo la licencia en derecho. De Santiago pasó al Colegio Mayor del Salvador de Oviedo donde continuó sus estudios.

El Rey Felipe II de España lo nombró Inquisidor de Granada, cargo que ocupó desde 1575 a 1580.

El propio Felipe II de España solicitó al Papa Gregorio XIII que lo nombrara Arzobispo de Lima aunque aún era laico, nombramiento que recibió en 1579 pese a su inicial oposición. No recibió las órdenes sacerdotales hasta 1580.

En mayo de 1581 llegó a Lima haciéndose cargo de la arquidiócesis, hasta su muerte.

Como Arzobispo de Lima convoca entre 1582 y 1583 el III Concilio Limense, en el que se redacta el catecismo en castellano, quechua y aimara (los primeros libros impresos en Sudamérica) y en 1591 funda el primer Seminario de América en Lima.

En su función de Arzobispo de Lima dio la confirmación a Santa Rosa de Lima en la Parroquia de Quives (Canta) y San Martín de Porres en la Santa Catedral de la Ciudad de Lima.

Falleció en el último de sus viajes por el Norte peruano en la – por aquellos tiempos coloniales – próspera Ciudad de Saña el Jueves Santo 23 de Marzo de 1606. Antes de morir pidió que tocasen música, la cual según sus biógrafos le era agradable y lo transportaba hasta la gloria celestial.

Fue beatificado en 1679 por el Papa Inocencio XI y canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII. El día en que se celebra su fiesta en el Santoral católico es el 23 de Marzo, aniversario de su Tránsito a la Casa del Padre. En la Ciudad de Lima se celebra la Solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo el 27 de Abril, día de la traslación de sus venerables reliquias desde Zaña hasta la Ciudad de los Reyes. Hoy sus santos restos son venerados en su Capilla de la Basílica Catedral.

2. Santa Rosa de Lima

Isabel Flores de Oliva (Lima, 20 de abril de 1586 – 24 de agosto de 1617), más conocida como Santa Rosa de Lima, fue una santa peruana. Mística terciaria dominica canonizada por el papa Clemente X en 1671. Es la primera santa de América y patrona del Perú (desde 1669) y del Nuevo Mundo y Filipinas (desde 1670).

Por orden de la República del Perú, es patrona de la Policía Nacional la República Peruana y por orden la República Argentina es patrona de sus Fuerzas armadas.

Aunque fue bautizada como Isabel en honor de su abuela materna, desde muy pequeña fue llamada Rosa. Según sus biógrafos, a los tres meses de nacida, La india Mariana acudió a velar el sueño de la niña, al verla pudo comprobar que su rostro se había convertido en una rosa, considerado el primer milagro de la limeña.

Así también, el día de su confirmación en el pueblo de Quives, el Arzobispo santo Toribio de Mogrovejo, la llamó Rosa sin que alguien pudiese darle noticia al arzobispo de este nombre tan particular e íntimo . Es así que, a los 25 años, quiso que la llamaran Rosa de Santa María, confirmado por la Santísima Virgen del Rosario y posteriormente en el Desposorio Místico por el Niño Jesús.
Hija de Gaspar Flores y María de Oliva. Bautizada el 25 de mayo de 1586 en la Parroquia de San Sebastián, en Lima.
Desde muy joven se entregó a fuertes prácticas de penitencia. Debido a problemas económicos de la familia, trabajaba el día entero en el huerto y solía bordar con verdadero para diferentes familias de la Ciudad y así ayudar al sostenimiento de su hogar.

A pesar de todo, se encontraba contenta con su forma de vida y no hubiera tratado de cambiarla si no hubiera sido por la insistencia de sus padres a casarla. Rosa resistió por más de diez años y finalmente hizo voto de virginidad ante la imagen del «doctorcito» para confirmar su resolución.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de santo Domingo de Guzmán a imitación de Catalina de Siena.

A partir de entonces, se recluyó prácticamente en la Ermita que ella misma construyó con sus manos y ayuda de su hermano Hernando en un extremo del huerto de su casa, salvo sus salidas para atender las necesidades espirituales de los indígenas, los negros de la ciudad y sus visitas al Templo de Nuestra Señora del Rosario. También atendía a muchas enfermas que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa.

Ya cerca del final de su vida, cayó gravemente enferma. Pasó los últimos tres meses de su vida en la casa de Gonzalo de la Maza, un contador notable del gobierno virreinal, cuya esposa le tenía particular cariño.

Ermita de Santa Rosa de Lima. Litografía del s. XVIIMurió a los treinta y un años de edad en las primeras horas del 24 de agosto de 1617, víspera de la fiesta de San Bartolomé, como ella misma lo profetizó y cuenta el padre Leonardo Hansen. El día de sus exequias y entierro, los devotos se abalanzaban sobre su cuerpo para arrancarle la vestimenta en busca de un recuerdo, aclamandola como santa.

Hoy sus restos se veneran en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima (Santo Domingo) con notable devoción del pueblo peruano y América que acude hasta su capilla.

Su entierro fue sin duda uno de los más notables que vivió la ciudad de Lima, en la casa de la familia de la Maza ,se formaron grandes multitudes para contemplar a Rosa, el inmenso gentío hubo de esperar a su traslado hacia la Iglesia del Rosario; al traslado acudieron el virrey, el Cabildo Secular y Eclesiástico, las órdenes religiosas presididas por la orden de Santo Domingo de Guzmán, los oidores y personas notables.

Hubo de requerir la fuerza de la guardia del virrey para impedir que Rosa fuera desvestida por los devotos que deseaban llevar alguna reliquia. A pesar de ello, tuvieron que cambiarle tres veces los hábitos e incluso en el traslado algún irreverente seccionó uno de sus dedos del pié.

En el lecho de muerte, Gonzalo de la Maza hizo retratar el rostro de Rosa, a su efecto llamó al pintor italiano Angelino Medoro, quien realizó el primer testimonio de su apariencia física.

Los limeños se despidieron de Rosa, que luego de enterrársele en secreto por el gran alboroto que se armaba, obró muchos milagros y los limeños al ver que su compatriota había sido enterrada hubieron de romper a fuerza la puerta del Convento e ingresar con violencia hasta la Cripta.

La devoción del pueblo se excedió a tal punto, que en pocos años tuvieron que retirarla de la Cripta y colocarla en la Iglesia del Rosario.

3. San Martín de Porres

San Martín de Porres (Lima, 9 de diciembre de 1579 – 3 de noviembre de 1639) fue un santo peruano de la orden de los dominicos. Fue el primer Santo negro de América.

Era hijo de un noble español, Don Juan de Porres y de una muchacha mulata, Ana Velazquez, natural de Panamá que residía en Lima. Aunque Martín fuera mulato, al nacer su padre no lo quiso reconocer .

Martín fue bautizado en la Iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautismal en que siete años más tarde lo sería Santa Rosa de Lima. Lo curioso de su bautismo, es que fue también un santo quien lo bautizó: el Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo.

Desde niño, fue muy generoso con los pobres, a los que daba parte del dinero cuando iba de compras o lo que ahorraba.
Visitaba muy frecuentemente el templo con su madre. Cuando su padre, Gobernador de Panamá, lo reconoció a él y a su hermana, fueron a vivir juntos al Ecuador.

Aprendió el oficio de barbero, el de cirujano y medicina general llegando a ser reconocido y admirado por su dominio en estas labores. Por el día, trabajaba. Por la noche, se dedicaba a la oración, casi al igual que Santa Rosa de Lima.

Fray Martín volvió a Lima para continuar sus estudios, pero a la edad de 12 años empezó a trabajar de «barbero». La ocupación principal de nuestro santo en la barbería era la de extraer dientes y muelas, recetar hierbas, aliviar dolores, rasgar con el bisturí los tumores bucales … era una especie de «médico»( ungüentos y de los bálsamos, cómo se alivia el escozor de un dolor, cómo se aplacan las calenturas, cómo se combaten los delirios, cómo se detiene un flujo de sangre …) también afeitar o cortar el cabello en algunas ocasiones, se ofrecía también como voluntario en los hospitales.

En 1594, entró como en la Orden de Santo Domingo de Guzmán bajo la categoría de «donado» al ser hijo ilegítimo, en el convento del Rosario de Lima. Convirtió el convento en un hospital. Recogía enfermos y heridos por las calles y los llevaba al convento. Algunos religiosos protestaron, pues infringía la clausura y la paz.
«La caridad está por encima de la clausura», contestaba Martín siempre que sus colegas le requintaban. También fundó el Asilo de

Santa Cruz para cuidar ahí de niñas y niños.
En 1603 le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad. Es muy probable que haya conocido a Santa Rosa de Lima aunque no hay algún sustento de lo que puedan haber conversado durante sus encuentros.

Lo que más se recuerda en la Ciudad de Lima son sus numerosos milagros. Según los testimonios de la época, a veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. Todos, grandes señores y hombres sencillos, no tardaban en recurrir al socorro del santo mulato: «yo te curo, Dios te sana» decía San Martín. Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados.

A la edad de 60 años, Fray Martín de Porres, cae enfermo sabiendo que ya era hora de encontrarse con el Señor. La noticia se expandió rápido por toda la Ciudad de los Reyes con lo que todo el pueblo estuvo conmovido y todos en la calle lloraban. Tal era la veneración hacia este mulato, que el mismísimo Virrey Luis Jerónimo Hernández de Cabrera, Conde de Chinchón, fue a besarle la mano cuando se encontraba en su lecho de muerte. Sufrió ataques del demonio, pero sintió el consuelo y compañía de la Virgen quien según él, estaba a su lado mientras agonizaba.

El 3 de noviembre de 1639 fallece en la Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato del Perú. Su muerte causó aún más conmoción en la ciudad. Gregorio XVI lo declaró Beato el 1837.

El santo de la escoba fue canonizado por el Papa Juan XXIII en 1962 con las siguientes palabras del Santo Padre:
«Martín excusaba las faltas de otro. Perdonó las más amargas injurias, convencido de que el merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudo a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llama ‘Martín, el bueno’.»

4. San Francisco Solano

San Francisco Solano, montillano, franciscano, enviado por su orden a América de Sur, donde residió los 20 últimos años de su vida, predicando y convirtiendo a los nativos, fue llamado el taumaturgo del Nuevo Mundo, por la cantidad de prodigios y milagros que obtuvo. Murió en 1610 en Lima (Peru) donde está enterrado.

Francisco fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez, hidalgos. Nació en Montilla (Diócesis de Cordoba) el 10 de Marzo de 1549. Creció Francisco en un hogar cristiano, comenzó su educación con los jesuitas de su ciudad, entrando en la Orden de San Francisco a los 20 años. Era muy austero y gozaba de facilidad para la música por lo que fue designado fraile de coro, para ordenar los cantos. Cursó Filosofía y Teología en el convento de Loreto de Sevilla, ordenándose sacerdote en 1576. Solicitó sin éxito ser destinado como misionero al norte de África.

La muerte de su padre le hizo volver temporalmente a Montilla para visitar a su madre, que padecía ceguera. Sin embargo, su estancia se prolongó más de lo previsto debido a una epidemia. En Montilla realizó varias curaciones inexplicables que dieron comienzo a su fama como milagrero. Era «no hermoso de rostro, moreno y enjuto», como nos lo describe uno de sus contemporáneos. En Montilla se atrajo las miradas de todos por el espíritu con que hablaba y la santidad que emanaba de todo su ser.

En 1581, Francisco Solano fue destinado como vicario y maestro de novicios al convento cordobés de la Arruzafa, donde solía visitar a los enfermos y recomendaba a los más jóvenes que tuvieran paciencia en los trabajos y adversidades. Desarrolló, al igual que San Francisco de Asís, el fundador de su Orden, una relación especial con los animales. Pues bien, cuentan que había una serpiente de gran tamaño que atacaba a ganados y pastores y hacía estragos en toda la región, y a la cual Solano reprendió y ordenó ir al convento, donde fue convenientemente alimentada. Dicen que después de comer la serpiente se marchó y no volvió a causar daño en la comarca.

En 1589, el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica. Finalmente, y para alegría suya, Francisco fue el elegido para la misión de extender la religión en estas tierras. Después de un accidentado viaje al Perú, con naufragio y peligro de perecer en el trayecto, como su destino era Tucumán (Argentina) emprende este larguísimo viaje en compañía de ocho franciscanos más. Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar hasta Cuzco; cruzar la meseta del Collao, la actual Bolivia por Potosí y entrar en los confines del norte argentino; de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras del Tucumán. Aquí permanece hasta mediados de 1595, como misionero. Recorrió los territorios de Tucumán hasta las pampas y el Chaco Paraguayo y Uruguay. Tenía y se sirvió del don de lenguas y llegó a adquirir las de los nativos a los que fue a predicar.
Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. En los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones.

San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles.
Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible animal. La gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al corral.

El Virreinato y los superiores de la Orden residían en Lima (Perú) a donde llamaron a Fray Francisco en 1595. Llegado a Lima, fue nombrado Guardián del Convento de la Recolección. Como siempre, se resistió todo lo que pudo antes de aceptar cualquier cargo de responsabilidad, exagerando de manera deliberada su propia incapacidad para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la autoridad de sus superiores.

Su obsesión por la pobreza era tal que en su celda, tan sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros. Era el primero en todo y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes.

Sus consejos eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de los demás frailes, lo hacía con gran celo y caridad. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría.
Solano pasaría en Lima los últimos años de su vida. A pesar de su precario estado de salud, continuaba haciendo grandes penitencias y pasaba noches enteras en oración. También iba a menudo a visitar a los enfermos o salía a las calles a predicar con su pequeño rabel y una cruz en las manos. Así conseguía juntar a un gran número de personas y las congregaba en la plaza mayor, donde se dirigía a la muchedumbre en alta voz. Predicaba en todas partes: en los talleres artesanales, en los garitos, en las calles, en los monasterios e incluso en los corrales de teatro. Especial significado tuvo su oposición a ciertos espectáculos teatrales en los que a su juicio se ofendía a Dios.

En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. Postrado y gravemente enfermo del estómago, apenas si podía salir a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba asistir a la comida en el refectorio junto con los demás frailes, pero comía muy poco, tan sólo unas hierbas cocidas. Además, seguía excediéndose en sus penitencias y no miraba por su delicada salud. En octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima. Solano salió a predicar, aunque apenas si podía tenerse en pie.

Durante su última enfermedad, Solano era poco más que un esqueleto viviente. Finalmente murió el 14 de julio de 1610, día de San Buenaventura. Ese mismo día y a la misma hora se produjo un extraño toque de campanas en el convento de Loreto, en Sevilla, donde estudió Filosofía y Teología

A su entierro asistieron unas 5.000 personas y tuvo contornos apoteósicos. El virrey Marqués de Montesclaros y el arzobispo Lobo Guerrero son los primeros en conducir el féretro a la iglesia, donde la guardia de alabarderos apenas puede contener a la multitud. Predica sus virtudes el provincial de la Compañía de Jesus, Juan Sebastián de la Farra, y se le da sepultura en la cripta de la iglesia, donde más tarde se levantará una capilla.

En Lima se da el hecho sorprendente y no repetido, de presenciar la muerte de cinco santos en un espacio de 39 años: Santo Toribio de Mogrovejo (1606), San Francisco Solano (1610), Santa Rosa de Lima (1617), San Martín de Porres (1639) y San Juan Macías(1645). Por eso, la capital peruana también fue llamada la Lima de los Santos.

Tan sólo 15 días después de su muerte, se abrió su proceso de canonización. Las gestiones comenzaron en Lima, donde hubo 500 testigos, y después continuaron en otras ciudades del Perú, en el Tucumán y en España. Clemente X lo beatificó el 1675 y Benedicto XIII lo canonizó el 27 de diciembre de 1726. Su festividad es el 14 de Julio.

 


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