El cigarro o el humo de este es responsable de casi el 90 por ciento de los casos de cáncer de pulmón. Antiguamente, esta enfermedad era mucho más frecuente en hombres que en mujeres, por el solo hecho de que en la mitad del siglo 20 fumaban más varones que mujeres. Otras causas son: el polvo del carbón, el asbesto y el gas radón, siendo más común en las zonas industriales que en las rurales. Cualquier irritante que el cuerpo inhale puede estimular el crecimiento de células anormales en los pulmones, pero es sin duda el humo del tabaco el que más afecta, ya que contiene miles de sustancias carcinógenas (causantes del cáncer) conocidas. Cada pulmón contiene unos 300 millones de sacos de aire o alvéolos. Las sustancias carcinógenas del humo del tabaco, y notablemente el alquitrán, pueden pasar de aquí al torrente sanguíneo.
Aunque te parezca increíble, el tabaco de un cigarrillo es una compleja mezcla de más de tres mil sustancias diferentes, más el alquitrán, que es un carcinógeno muy poderoso.
Entre los factores que influyen en la formación de un cáncer de este tipo se incluyen el número de cigarros que una persona fuma al día, su contenido de alquitrán, el número de años que se ha fumado y la profundidad de cada inhalación.
Glosario
– Carcinógeno: que produce cáncer.
– Metástasis: transferencia de una enfermedad a una zona diferente y distante de la original.
¿Cómo detectar el cáncer al pulmón?
El primer síntoma del cáncer de pulmón puede darse por una tos persistente. A veces se pasa por alto, ya que la mayoría de la gente que desarrolla esta enfermedad es fumadora, por lo que la tos es algo de cada día. Otro síntoma importante es el esputo de sangre; es decir, escupir sangre (hemóptisis), además de una respiración con silbido, ronquera persistente, dolor de cabeza y de pecho.
Estos son básicamente los síntomas de la formación de un tumor. Por otra parte, cuando el cáncer ha hecho metástasis (se extiende) a otras partes del cuerpo, causa diversos síntomas. En los huesos puede provocar dolor y fracturas; en el cerebro produce parálisis y confusión; y en el hígado, náuseas y pérdida de peso.