LA TERCERA. Alejandra Muñoz y Roberto Alvarez
En la Escuela Básica Savia Nova de Lo Barnechea los niños ingresan en forma ordenada a la sala de clases. Se sientan a trabajar en grupo y en forma muy respetuosa. Son cursos pequeños, tienen gran cantidad de material pedagógico, una o dos profesoras por sala y gozan de una atención tan personalizada, que la propia directora conoce por su nombre y características a cada uno de los alumnos de su establecimiento.
Entonces ¿por qué este colegio privado obtuvo 197 puntos en la prueba Simce de Matemáticas de cuarto básico? Fue uno de los más bajos del país, pues el promedio nacional de ese nivel es 248 puntos y de 297 puntos para los colegios privados.
El tema no es menor si se considera que los niños que estudian allí pertenecen al grupo social más alto, tienen padres profesionales y muy involucrados en la enseñanza de sus hijos.
La respuesta: una parte importante de sus alumnos tienen problemas de aprendizaje: hiperactividad, déficit atencional, inmadurez emocional o discapacidades. Muchas veces no pueden ser integrados en otros recintos.
Esta explicación también se encuentra en varios otros colegios privados que tuvieron bajos resultados en el Simce.
La directora de la escuela Savia Nova, Hilda Pizarro -que ya presentó programas para impartir enseñanza media-, explica que los menores necesitan una atención distinta a la que se presta en un colegio normal, pero no tienen problemas serios como para enviarlos a una escuela especial.
“Todos dan la prueba Simce, algunos podríamos declararlos como niños integrados (cuyo puntaje no se cuenta para los análisis del colegio), pero no lo hacemos”, señala.
Aunque algunos escolares aprenden más lento, en las salas se puede apreciar que los más avanzados, incluso en los cursos más pequeños, apoyan a sus compañeros. Un ejemplo gráfico de eso fue el de ocho alumnos de cuarto básico que aprendieron el lenguaje de señas para comunicarse con una de sus compañeras que tiene problemas de sordera y comunicación.
El caso del norte
Una situación similar se vive en el colegio Sunflower de Antofagasta, donde obtuvieron dos puntajes en el Simce de cuarto básico bajo los 200 puntos: Matemáticas y Comprensión del medio. Con esta situación asumida, la dirección justifica sus magros resultados en el sello característico del establecimiento: la educación diferencial.
Actualmente tienen 73 estudiantes, de los cuales 35 presentan algún problema de aprendizaje, asociado a lenguaje, déficit atencional e hiperactividad. En el colegio trabajan 12 profesores, quienes deben contar con estudios especiales y que están a cargo de un curso por nivel de entre 12 y 15 alumnos.
“Siempre vamos a estar a un nivel más bajo que el promedio nacional o regional. Eso lo sabemos”, dice la subdirectora, Ximena Juares, quien afirma que “la prueba se hace para todos igual, pero no se reconoce que hay alumnos y planteles diferentes, donde si bien se pasan todos los contenidos que exige el Ministerio de Educación, el proceso para llevarlo a cabo es más lento”, argumenta.
Juares dice que “es obligación” que los apoderados participen en el proceso de enseñanza. “Si es necesario apoyo sicológico o neurólogo, son ellos los encargados de asumir esa responsabilidad y cooperar con la educación del colegio, pero si no vemos interés les solicitamos que busquen otra ayuda”.