Qué difícil labor me han encomendado, mi abuelo estará de cumpleaños próximamente y por ser su nieta mayor, tengo la misión de dirigirle un discurso. Sí, tal cual suena, un discurso como los que hacen los grandes líderes, o los presidentes de la República, o los políticos. Cuando di la idea de que se hiciera una celebración por sus ochenta años, y se invitara a sus más queridos amigos, a sus hermanos y primos, además de todos sus hijos y nietos, que sería yo la encargada de hablar frente a toda esa gente, más de treinta personas mirándome fijamente, esperando el momento en que cometiera un error de pronunciación o simplemente percibiendo mi nerviosismo extremo.
Hablar frente a público puede ser un desafío apabullante para aquellas personas que sufren de inseguridad, y yo soy una de ellas. Me sudan las manos, me tiritan las rodillas, no encuentro nunca las palabras precisas y repito unas pocas con demasiada frecuencia. La verdad es que no creo ser capaz de hacerlo. Mejor diré que tengo mucho que hacer ese día y que finalmente no podré asistir, pero ¿será posible que por el solo hecho de sentir miedo ..voy a dejar de participar de un momento tan importante como este?
Tengo que hacer el esfuerzo, no puede ser tan difícil dirigirse a una multitud esperando que cometas alguna equivocación. Claro, yo siempre digo que quiero ser periodista y que me encanta todo esto de las comunicaciones, pero… es distinto porque los periodistas hablan de cosas que son importantes pero no son cosas personales, en cambio en esta ocasión lo que yo podría decirle a mi abuelo es tan personal, tan profundo y tan emotivo… ¡Eso es! No es miedo ni vergüenza lo que siento al pensar en hablar frente a todos. ¡Es pudor! Claro, porque lo que siento por mi abuelo es tan íntimo que exponerlo frente a todos me genera esa sensación extraña que cuesta definir. Parece vergüenza, pero no es precisamente vergüenza, parece miedo pero no lo es porque no hay motivo para tener miedo, tampoco es falta de ganas ni enojo por sentirme obligada.
Pero mi madre tiene razón, todo el pudor, miedo o vergüenza que pudiera sentir, se vuelven mínimos frente a lo importante que será para mi abuelo que yo, su nieta primigenia, hable frente a todos y declare el orgullo de tener una abuelo como el mío, sencillo, humilde y lleno de amor, porque la verdad es que nunca he sabido dónde trabajaba mi abuelo, ni en qué. Sólo sé que siempre me ha querido, que siempre ha tenido un abrazo cariñoso, y una sonrisa amable y unas manos fuertes para apoyarme en todo cuanto he necesitado.
Está decidido, hablaré en la celebración de mi abuelo y diré lo que en ese momento nazca de mi corazón, quizás narre algunas de las muchas anécdotas de cuando íbamos al campo o cuando regresábamos tarde de habernos dado un buen paseo por ahí.
No será necesario que lo escriba porque quiero que sea un discurso sencillo y cariñoso, como mi abuelo nos ha enseñado hacer con su ejemplo.
Visita:
Link: http://www.escolares.net/lenguaje-y-comunicacion/el-discurso-publico/