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Fecha de edición: 15.04.2008

El mundo es mixto y la educación no está ajena. En el país varios colegios que eran diferenciados están implementando el sistema coeducativo, aunque con una gran diferencia con los establecimientos tradicionalmente mixtos: no basta con juntar a hombres y mujeres, están estudiando cuidadosamente las diferencias para no caer en mitos como que los niños son buenos para las matemáticas y las niñas mejores en lenguaje.

Vivian Ramírez, coordinadora del ciclo infantil del Instituto Alonso de Ercilla, cuya primera generación de mujeres está en segundo año básico, señala: «El énfasis está en que tengan las mismas oportunidades y se sientan incluidos. Hay una preocupación, sobre todo en el lenguaje».

Más o menos decibeles

Diversas investigaciones hablan de que en el ámbito escolar los niños y las niñas usan el espacio en forma diferente. Una concluye, por ejemplo, que los niños tienen más energía, por lo que es mejor pedirles que se pongan de pie para participar en la clase. En el caso de las niñas, hay que propiciar espacios de conversación y enseñar los contenidos utilizando sus experiencias. Así lo han entendido también los colegios. En el Instituto O’Higgins, establecimiento tradicionalmente de varones, fueron las mismas alumnas quienes gestionaron la habilitación de pérgolas en el patio.

Una investigación realizada por las universidades de Princeton y Hebrea concluyó que el rendimiento de los niños se eleva cuando tienen compañeras mujeres, ya que ellas bajan el nivel de interrupciones y violencia en la clase, y mejoran las relaciones entre estudiantes y entre éstos y el profesor. Y aunque los resultados académicos del Instituto O’Higgins se han mantenido, su rector Jesús Triguero reconoce el impacto: «Ahora hay un comportamiento con menos decibeles», asegura.

En el colegio Nuestra Señora del Camino, en cambio, tendrán que acostumbrarse a un estilo más ruidoso. Tras 17 años de ser femenino, el establecimiento incorporó varones desde este año. No sólo debieron construir una cancha de fútbol, sino también instalar juegos para trepar. «Los niños necesitan espacio. Mientras ellas caminan y conversan, ellos corren y se mueven más», cuenta la directora, Josefina Joannon. Una de las primeras medidas fue ampliar la superficie del colegio, comprando una casa aledaña para la prebásica.

Profesores afines

Pero no sólo hay cambios físicos. Los colegios que han sido masculinos o femeninos generalmente tienen al grueso de su cuerpo docente de ese mismo género. Por eso, los esfuerzos se centran ahora en contratar profesores del otro sexo.

Un estudio del norteamericano Thomas Dee concluye que cuando una clase es dictada por un hombre, el nivel de participación de las niñas baja, porque tienen temor de hacer preguntas y la asignatura no las motiva. Lo mismo les sucede a los niños: si la clase la hace una mujer, ellos pueden bajar su rendimiento hasta un 4%.

De allí que en el Nuestra Señora del Camino, donde el 90% de los docentes que trabajan es mujer, cada nueva contratación esté siendo ocupada por un hombre. Además, han capacitado a las maestras para que los nuevos alumnos no vivan en la inspectoría, considerando que ellos se mueven más y hablan más fuerte y que, según el mismo estudio de Dee, las maestras consideran, en general, que los niños son dos veces más problemáticos.

«Estamos capacitando a las profesoras para que sepan manejar el tema de las normas y este año se incorporó, por primera vez, un profesor encargado de la convivencia y disciplina», dice Joannon.

Lo mismo hicieron, aunque a la inversa, los institutos O’Higgins y Alonso de Ercilla: ambos contrataron a una mujer para que supervise la convivencia con las niñas.

La Tercera


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