Había una vez un guerrero cruzado que pensaba que sus enemigos, o sea los Sarracenos, eran unos ineptos que ni siquiera sabían marchar en línea recta. Pero su opinión estaba a punto de cambiar.
Un día iba al Cairo para evitar una invasión sarracena, pero se separó de su ejército y terminó en medio del desierto. Estando ahí, divisó dos camellos en el horizonte, pensó que eran turcos que venían a cazar algo, pero después se dio cuenta que eran Sarracenos.
Ellos le dieron un caballo y se lo llevaron a su señor Saladino. Pensaba que lo iban a decapitar, porque era su enemigo por derecho, pero sólo lo hicieron prisionero.
Aunque era prisionero, le permitieron cenar con Saladino. Se dio cuenta que los Sarracenos eran muy inteligentes, ya que cuando cenaron, hablaron de las estrellas y de matemáticas.
Al final, el guerrero le decía a los europeos «invasores».
Entonces quiso poner de su parte, se hizo soldado y le dieron: un camello, una bolsa de cuchillas, una espada y un turbante. Se convirtió en uno de los guardias personales de Saladino.
En la batalla contra Ricardo «Corazón de León», éste enfermó de fiebre, y como Saladino respeta a su rival, le envió fruta fresca y nieve de las montañas.
Finalmente, no creo que él vuelva a Europa, aun no ha visto las fundiciones de Damasco, pero, quizás vuelva a Europa porque ¿qué daño puedo hacer?
Fin
Por: Pablo Sánchez, 10 años.
El Congreso Nacional aprobó declarar la Guerra a España