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Opinión de José Weinstein, Gerente área Educación de la Fundación Chile.
La Tercera, lunes 6 de agosto.

Silenciosamente la estructura de remuneraciones de los docentes se ha ido modificando en la última década. Desde una funcionaria y plana, cuya mayor variación se producía a medida que se acumulaban bienios y cursos de perfeccionamiento, hacia una que no sólo premia a los profesores que laboran en las escuelas más vulnerables sino que también a los que muestran un mejor desempeño profesional.

Es así como desde 1996 se ha implementado un importante incentivo colectivo, el sistema nacional de evaluación de desempeño (Sned), que premia a un 35% de las escuelas y liceos que logran entregar una mejor educación. El Sned ha consagrado las comparaciones justas: se trata de ser los mejores en relación con otras escuelas que tienen una tarea equivalente, atendiendo a alumnos y familias semejantes (por región, por ruralidad, por nivel socio-económico). Todos los docentes de las escuelas beneficiadas reciben por dos años un interesante estímulo económico, recordando así que una buena enseñanza es el fruto de un trabajo colegiado. Ya instalado, el Sned debe ahora buscar mecanismos para asegurar la continuidad del esfuerzo de los establecimientos premiados y sobre todo hacerse cargo del desaliento que se produce entre los profesores que dejan de percibirlo.

Desde 2002 se cuenta también con un novedoso incentivo individual: la AEP, asignación que pueden recibir hasta por diez años los docentes que demuestren «excelencia pedagógica». El monto de la AEP equivale prácticamente a un sueldo. Si para obtenerla los postulantes deben acreditar sus bondades mediante diversos expedientes (prueba escrita, portafolio), para mantenerla deben continuar haciendo clases. Adicionalmente estos docentes destacados pueden apoyar técnicamente a otros colegas, integrándose a la Red de Maestros de Maestros, ampliando así su radio de influencia.

La AEP está acompañada, desde hace dos años, por otro incentivo individual: la asignación variable de desempeño individual (Avdi), a la que pueden postular los docentes municipales que han calificado como «destacados» o «competentes» en el proceso de evaluación del desempeño profesional.

Tanto la AEP como la Avdi apuntan en la estratégica dirección de premiar el trabajo personal bien hecho, y posibilitan que los profesores más talentosos se sientan reconocidos y no abandonen las aulas escolares. Pero no puede olvidarse que los maestros con estas asignaciones individuales no llegan al 5% y que ha sido dificultoso motivar la postulación. Deben buscarse, entonces, modalidades que faciliten el que más y más docentes calificados superen temores y prejuicios, presentándose a estas rigurosas examinaciones.

Es cierto que los buenos docentes suelen tener un compromiso personal que va mucho más allá del salario, pero no es justo ni eficaz que la sociedad apueste solo a su vocación.  Por ello ha sido un aliciente fundamental el que los salarios docentes se hayan triplicado, en términos reales, bajo los gobiernos democráticos. Los futuros aumentos deben perseverar en fortalecer los incentivos (individuales y colectivos) orientados hacia la buena docencia en el marco de una nueva y estimulante carrera profesional. Ello permitirá atraer y retener en la tarea de educar a los profesionales talentosos y motivados que nuestros alumnos tanto necesitan.


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