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La visión nocturna es la habilidad de ver entornos que están en bajos niveles de iluminación. Muchas especies poseen esta habilidad, incluído el ser humano. Sin embargo, en éste último se presenta de manera muy limitada, por lo cual necesita de aparatos sofisticados para mejorarla.

En los bastoncillos retinales de los seres vivos existe una sustancia llamada Rodopsina que se encarga de percibir mínimas intensidades de luz.

Los humanos necesitan exponerse al menos 30 minutos en la semi-oscuridad para optimizar su visión nocturna, pero aún así muy limitada, porque no perciben niveles de iluminación demasiado bajos (oscuridad) ni longitudes de ondas superiores a los 780 nanómetros. En cambio, animales como los gatos, perros y venados tienen mejor visión nocturna, porque poseen una estructura llamada tapetum detrás de los ojos que refleja la luz para mejorar su habilidad. Por lo tanto su visión equivaldría a la de un amplificador de luz de primera o segunda generación.

Algunas serpientes, como las boas y las «pit viper», pueden percibir diferentes intensidades de calor provenientes de los cuerpos y la distancia de la emisión, por medio de un sistema termosensible en sus caras, que sería un sistema de visión sin usar los ojos. Todavía se desconoce el alcance de este sistema térmico para crear imágenes en el cerebro de estas serpientes


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