Cuando la Alameda tenía por apellido de Las Delicias y gobernaba don Manuel Montt se realizó la ceremonia que recibía al primer tren en la nueva terminal ferroviaria de Santiago, esto ocurrió exactamente el lunes 14 de septiembre de 1857.
Recién levantada la estación de trenes sólo contaba con un pequeño recinto compuesto por dos alargados edificios de ladrillo, que estaban separados por cuatro andenes y rodeados, en tres de sus costados por una arquería de madera.
El primer tramo unió Santiago con San Bernardo, que por ese entonces representaba una distancia más que considerable. Rápidamente la línea férrea se prolongó hasta Rancagua, y luego, en 1862, logró conectar San Fernando y Curicó.
El crecimiento de usuarios fue constante y aquel galpón se hizo pequeño para recibir a todos los pasajeros que querían desplazarse en el nuevo medio de transporte. De ahí surgió la necesidad de ampliarlo. La idea la presentó el primer director de la naciente Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE), Eulogio Altamirano. En 1884 presentó la propuesta al Presidente Domingo Santa María.
La nueva estación debía contar con una construcción que diera al viajero la impresión de llegar a una importante urbe.
La colosal estructura de metal en medio de dos naves laterales, fue idea del entonces senador Benjamín Vicuña Mackenna, inspirado en alguna estación que vio en París. La proposición se aceptó y en 1885 la compañía francesa Le Creuzot llevó a cabo la empresa siguiendo el diseño del arquitecto francés Gustav Eiffel.
Los materiales para la nueva Estación Central arribaron a Chile en varios barcos provenientes de Francia. La estructura metálica, fabricada enteramente en ese país, tuvo que trasladarse en partes y ese gran mecano quedó ensamblado y listo en diciembre de 1897. Sin embargo, el recinto se había inaugurado en octubre de ese mismo año.
La nueva Estación Central se proyectó hacia la Alameda y con edificios funcionales a ambos costados donde funcionarían oficinas administrativas.
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