El primer fósil del Compsognathus (que significa «mandíbula bonita en latín) se halló en Alemania (1861), aunque un par de décadas después se encontró otro, de tamaño más grande, en el sur de Francia. Este carnívoro vivió durante el Jurásico superior (entre 150 y 145 millones de años atrás), tiempo en que la zona que habitó correspondía a unas islas semidesérticas.
Su cabeza era larga y liviana, debido a los grandes espacios que había entre sus huesos. Sus ojos estaban en la parte superior del cráneo, como los depredadores actuales. Su cuello era largo y elástico, con fuertes músculos.
En sus extremidades superiores, que eran muy cortas, tenía dos dedos con dos falanges, las cuales estaban coronadas con poderosas garras. Sus miembros posteriores eran largos y tenía una cola bastante prolongada y flexible.
Agilidad asesina
La forma de su cuerpo estaba diseñada para la caza, siendo un dinosaurio bípedo (de dos pies) extraordinariamente ágil y rápido, que podía superar en velocidad a la mayor parte de sus víctimas (reptiles e insectos por lo general). Prueba de ello es que dentro de un fósil encontrado, se descubrió un pequeño lagarto, llamado Bavarisaurus, posiblemente su última comida, el cual era muy rápido según los investigadores. Se calcula que el Compsognathus podía alcanzar una velocidad de entre 45 y 55 km/h por tramos cortos, equivalente a un caballo al galope. Los huesos huecos de sus pies le ayudaban a reducir su peso, por lo tanto, era más ligero que otros dinosaurios. Además, la flexibilidad de su cola la podía usar como un timón, para cambiar bruscamente de dirección durante la caza.
Dentadura afilada
El Compsognathus poseía un juego de 68 letales dientes puntiagudos en sus angostas mandíbulas. Estos dientes eran muy chicos y sus bordes eran curvos y filosos, los que los hacía muy apropiados para capturar y matar a las presas que cazaba. Además, les servían para quebrar los resistentes caparazones de los escarabajos y caracoles prehistóricos, que también formaban parte de su dieta alimenticia.