La Cuarta Cruzada (1202-1204) cambió de objetivo apenas terminó de ser organizada por los nobles que participaron en ella. El transporte del ejército, al mando de Balduino, conde de Flandes, fue realizado por los venecianos, en esa época poderosos comerciantes y navegantes, cuyas relaciones con Constantinopla (capital del Imperio Bizantino) eran muy tensas. Esto tenía su causa en una matanza de venecianos que realizaron los bizantinos en 1182, en represalia por los privilegios comerciales que gozaban en la ciudad italiana de Venecia.
Los cruzados tenían intenciones de atacar la potencia islámica de Egipto, pero carecían de fondos para pagar el traslado. Los venecianos negociaron con ellos y los convencieron de atacar la rica ciudad de Constantinopla y así conseguir financiamiento para el viaje.
Sin embargo, una vez conquistada Constantinopla y secundados por los venecianos, los cruzados instalaron su propio gobierno, olvidándose de sus ideales religiosos. El Papa Inocencio III aceptó el hecho con la esperanza de volver a reunir a las dos iglesias cristianas (de Occidente y de Oriente, separadas desde el Cisma de Oriente, siglo XI).
Sin embargo, lo que se llamó imperio latino de Constantinopla o de oriente fue siempre un estado débil que en 1261 fue reconquistado por los bizantinos. Pero el imperio bizantino no volvió a recobrar su poderío debido al estado calamitoso e n que fue dejado por los cruzados, quienes no solo saquearon sus riquezas, sino que también los más preciosos tesoros de arte y literatura, acumulados por la antigüedad griega y latina.
Esta Cruzada demostró que el espíritu religioso que animó a las primeras, ahora estaba dando paso al materialismo y a la sed de riquezas. Además, se había hecho un uso indiscriminado de la institución de las cruzadas por parte de los papas (cualquier problema era resuelto con una «cruzada»), por lo que se estaban desprestigiando.