Hay distintas versiones sobre este ser de leyenda. Para los mapuches es la Luna, la esposa del Sol, una divinidad benéfica, porque protege a este pueblo de los desastres que pudieran sufrir. Además, se enfrenta y expulsa a los malos espíritus que, aterrados, huyen de ella por el miedo que les provoca.
En cuanto a la forma de Anchimallen (también conocida como Anchimallén, Anchimalguén, Anchimalhuén o Auchimalguén) se refieren a ella como una llama ligera y fugitiva, que aparece repentinamente, para luego desvanecerse también en cuestión de segundos.
Cuando Anchimallen aparece de color rojo, los mapuches interpretan ese suceso como la muerte de un gran personaje.
Otra forma de presentarse ante las personas es como una esfera de fuego, que se preocupa de cuidar los terrenos; y cuando alguien quiere robar en la hacienda, ella la defiende. En el día se le ve, pero no brilla, característica que solo revela en la noche.
Otra versión considera que Anchimallen es una niña (aunque también se cree que era un niño) de ojos chispeantes; un ser humano que en la Tierra murió de una enfermedad repentina. Después de ser sepultada en el cementerio, fue desenterrada y vuelta a la vida por un brujo, con el egoísta fin de convertirla en su protectora. Se dice que fue alimentada debajo de una olla llena de sangre humana y que tiene un canto lastimero semejante al de un niño recién nacido.
De esta manera, se presenta el lado oscuro de Anchimallen como una mensajera dañina que causa la muerte de los niños de corta edad, aparte de provocar enfermedades en los adultos. Solo los fieles en las ceremonias de machitún pueden hacer escapar del cuerpo a este pequeño diablo.