Profesor Mario Orellana R. Premio Nacional de Historia 1994. Asesor ciclo Historia Universal
El movimiento nacionalista, que había tomado forma durante la dominación napoleónica, se fortaleció después del Congreso de Viena, el que resolvió instaurar un nuevo sistema político–religioso, llamado Santa Alianza y un nuevo mapa europeo que hizo variar las fronteras internas del continente. Esto último planteó una serie de problemas en relación con el principio de las nacionalidades: naciones fragmentadas en múltiples estados, como Italia y Alemania; estados multinacionales, como el Imperio Austriaco, conformado por checos, eslovacos, croatas, polacos, eslovenos, húngaros e italianos, y el Imperio Turco, formado por búlgaros, serbios, albaneses y croatas. Finalmente, nacionalidades sometidas, como en los casos de Irlanda en el Reino Unido, de los alemanes de Schleswig y de los noruegos en Suecia, entre otros.
Después del año 1850, el sentimiento nacionalista consiguió grandes victorias. El más poderoso de ellos, culturalmente, ocurrió en Alemania, donde, coincidiendo con el romanticismo, apareció una generación de intelectuales cuya influencia se extendió por Europa hasta el siglo XX.
Uno de los principales teóricos de esta época fue Johann Gottfried Herder, inspirador de una tendencia conocida como Sturm und Drang (algo parecido a ‘tormenta e impulso’ en alemán), que proponía que toda cultura verdadera debía brotar de raíces propias; es decir, poseer un carácter nacional. Estas ideas fueron recogidas por el filósofo Johann Gottlieb Fichte, quien fue un poco más allá, afirmando que el carácter alemán era más noble que otros. En definitiva, para los intelectuales alemanes el nacionalismo se convirtió en una obsesión.
Glosario
* Nacionalismo: doctrina que defiende el derecho a constituir estados que se identifiquen con sus nacionalidades.
¿Sabías que?
Napoleón III brindó su apoyo al emperador Maximiliano y a la emperatriz Carlota, para instaurar su imperio en territorio mexicano.
El segundo imperio francés: Napoleón III
La restauración de los Borbones en Francia fue breve. La Revolución de julio de 1830 estableció la monarquía de Luis Felipe, derribada a su turno por la Revolución de febrero de 1848, que instauró la segunda república.
Luis Napoleón (sobrino de Napoleón Bonaparte) acabó con la segunda república francesa y restableció el imperio el 2 de diciembre de 1852, tomando el nombre de Napoleón III.
Le correspondió ser el dirigente de la política europea durante 20 críticos años, en los cuales se consumaron las unificaciones de Italia y Alemania. Su régimen se apoyó en los generales que le habían ayudado a dar el golpe contrarrevolucionario y en la burguesía que había colaborado para conseguirlo. Al comienzo contó también con el apoyo popular, a excepción de los republicanos.
Asimismo, en un principio fue respaldado por los católicos y por los liberales. Su gobierno se caracterizó por la realización de importantes planes económicos, industriales y técnicos que incluso transformaron a París en la capital del mundo.
En política exterior, apoyó los diferentes movimientos nacionalistas, participó en la guerra de Crimea y desarrolló una activa política colonial, con obras tales como: la ocupación de Argelia, la apertura del canal de Suez, la ocupación de Senegal y luego la de Indochina.